Unas dimensiones lo suficientemente grandes como para que el impacto que lo provocó, tuviera la potencia suficiente para producir efectos considerables a escala planetaria.
Y la del cráter no es la única prueba que avala esta teoría. También está la del alto nivel de iridio Ir (s), hallado en rocas procedentes del tiempo comprendido entre los periodos Cretácico y Terciario.
Constituido por el elemento químico de número atómico 77 de símbolo Ir, se trata de una sustancia simple metálica muy rara en el planeta Tierra, pero frecuente en muchas de las muestras de meteoritos que poseemos. Otro detalle a tener en cuenta.
Pero bueno. Fuera el meteorito o no la causa, el caso es que las tres cuartas partes de los seres vivos existentes no sobrevivió.
Y fueron los grandes reptiles que dominaban la tierra -los dinosaurios-, el mar -los plesiosaurios- y el aire -los pterosaurios- las principales victimas de la gran catástrofe.
Pero dejemos, por ahora, a los extinguidos y prosigamos con los que sobrevivieron y, más en particular, con los que lo hicieron sin evolucionar. Con aquellos que llevan millones de años sin cambiar.
A esos que hemos dado en llamar auténticos fósiles vivientes. El motivo de esta serie de entregas, sobre los animales más antiguos que existen.
Y de la que, ya hemos hablado de dos: el celacanto y el escorpión. Hoy le toca a la cucaracha.
Cucaracha
Es el más doméstico y familiar de todos estos raros ejemplares. Lleva con nosotros la friolera de trescientos quince millones (315 000 000) de años, como sí lo atestigua el insecto fosilizado más antiguo encontrado: un antepasado suyo que es casi idéntico. Increíble pero cierto. Cientos de millones de años sin evolucionar. Debe ser que no le ha hecho falta durante todo este tiempo.
De nuestros años de colegial recordamos que la cucaracha es un insecto ortóptero que mide entre diez y setenta milímetros (10-70 mm) y que tiene una capacidad de adaptación tal, que se come hasta los plaguicidas y, es seguro, que sobreviviría a un holocausto nuclear. No les digo más.
Ya les he comentado que está igualito que lo estaba en el periodo Carbonífero de la era Paleozóica, vamos, que es el mismo desde hace trescientos quince millones (315 000 000) de años.
No es extrañar que, como todos sabemos, su hábitat sea el mundo entero. Allí donde vaya la encontrará. (Continuará)
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