(Continuación) No quisiera dejar estas entradas olímpicas sin hacer un apunte sobre la vida profesional del barón Pierre de Coubertin (1863-1937).
Sucede, que debido a la enorme popularidad y fama que adquirió con el paso del tiempo como fundador de los Juegos Olímpicos modernos, ha quedado algo en la sombra, su labor como historiador y pedagogo.
Sobre todo como pedagogo. Un hecho que se suele pasar por alto. Lo que no debiera ser, por no ser justo, y a lo que vamos a poner remedio en la medida de nuestros recursos.
Aunque destinado por tradición familiar a la carrera militar, nuestro hombre pronto se sintió atraído por la pedagogía y uno de los movimientos emergentes en aquella época, el de la ‘Doctrina del cristianismo muscular’.
Bajo tan singular y epatante título estaba una idea en apariencia novedosa y estrambótica. La de la búsqueda de la perfección espiritual por medio del deporte y la higiene.
Qué me dicen. A finales del siglo XIX, en plena modernidad, el hombre retoma una idea que ya era antañona veintisiete siglos antes, con los griegos. Ver para creer.
Claro que ya lo dijo, al parecer, el rey Salomón: Nihil novum sub sole, “Nada nuevo bajo el Sol”.
Viaje a Inglaterra
Como otros pensadores de su época, consideraba que el deporte y el ejercicio físico eran actividades esenciales en la formación del carácter del joven educando. Y sostenía que sólo la educación selectiva llevaría a formar líderes para una democracia liberal. Les estoy hablando de finales del siglo XIX
Durante su estancia inglesa se convirtió en discípulo de uno de los más destacados de esta ideología, el pastor anglicano Thomas Arnold (1795-1842).
A título de curiosidad les diré que la Rugby School, situada en la ciudad de Rugby, es una de las instituciones educativas privadas más antiguas de Inglaterra y uno de los internados mixtos más grandes de todo el Reino Unido.
Por decirlo de forma coloquial, 'la Rugby' es uno de los nueve "grandes" colegios de élite de la "pérfida Albión". (Continuará)
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