Desde el Renacimiento, el arte ha observado a los animales con fines artísticos y científicos. Y lo ha hecho de cerca, muy de cerca.
De su autor, Alberto Durero, se dice que nunca vio en directo un rinoceronte. Ni vivo ni muerto. De modo que le tuvo que echar mucha imaginación para dibujar éste, en 1515.
No es que exista el arte animal como género, pero sí una exigencia para que no aparezca la figura de ningún hombre. Sólo animales.
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