lunes, 13 de abril de 2015

"Sangre, sudor y lágrimas" (1)


A propósito de las entradas que dedicamos al primer ministro británico Winston Churchill (1874-1965), con el doble motivo del cincuenta aniversario de su fallecimiento y la relación que mantuvo con la ciencia y la tecnología, un radioyente sevillano (hablamos de todo esto en Ciencia y Sevillanía, Onda Sevilla Radio 106,2 FM) me escribió hace unos días.

Quería saber si el político había pronunciado en realidad esa frase o, como suele ocurrir, se trataba de una frase apócrifa. Ya saben, aquello de, “lo dijeron o algo así”.

Bueno pues sin más, vaya por delante que tal cual esa frase nunca la pronunció. En diferentes momentos utilizó variantes parecidas, pero nunca esa famosa forma de “Sangre, sudor y lágrimas”.

Sin ninguna duda fue él quien se llevó la fama de haberla pronunciado (o algo así) pero también, sin duda alguna, no fue el primero en pronunciarla. Ni en pronunciarla ni, mucho menos, en escribirla. De hecho la susodicha frase tiene algunos ilustres precedentes.

Un caso más de paternidad compartida, pues también en estos asuntos se cumple aquello de que madre no hay más que una, pero padre puede ser cualquiera. Lo dejo aquí. Y vamos a lo que estamos.

"Sangre, sudor y lágrimas". Intramuros del siglo XIX
En orden cronológico más o menos, ésta puede la historia intramuros de la frase de marra. Que empieza en el siglo XIX y de la que les traigo cuatro (4) referencias de distintas naturalezas: literaria, política, militar, etcétera.

La primera y más evidente prueba documental que existe de la expresión, a mi entender, data de 1823 y aparece en la obra ‘La Edad de Bronce’, dentro de un poema escrito por el poeta inglés George G. Byron, sexto barón de Byron (1788-1824).

Se trata de una crítica al patriotismo impostado de quienes apoyaban la política de los aranceles de comienzos del siglo XIX y dice: “Sangre, sudor y lágrimas arrancadas a millones - ¿por qué? ¡por los aranceles!”.

Como es sabido, Byron estuvo involucrado en las revoluciones de Italia y Grecia y, mientras apoyaba la independencia griega, murió de malaria a la temprana edad de treinta y seis (36) años.

Veintiséis (26) años después, en 1849, palabras muy parecidas al menos en el fondo, si bien no tanto en la forma, fueron pronunciadas por el militar y político italiano Giuseppe Garibaldi (1807-1882) al Parlamento de la efímera y revolucionaria república romana.

Iban destinadas a los políticos parlamentarios y a los cuatro mil setecientos (4700) soldados que se aprestaban a defenderla, frente al ejército muy superior francés enviado por Napoleón III, en el contexto de la unificación italiana. Esta es la segunda referencia.

También dentro de este siglo, y unas decenas de años después, me topo de nuevo con la frase. En puridad no exactamente con ella, pero bueno, el caso es que aparece en una obra literaria de 1886, en concreto en ‘Las bostonianas’ del escritor estadounidense Henry James (1843-1916).

De este James, comentarles que fue hermano menor del filósofo y psicólogo estadounidense William James (1842-1910), que probablemente le suene pues no hace mucho apareció por estos predios.

Lo hizo con ocasión del antañón bulo del 10% de uso cerebral, puesto sobre el tapete por el estreno de la película Lucy.

Ahí les dije que William, fundador de la Psicología Funcional, fue quien en su ensayo The Energies of Men (1907), dejó escrito: “Sólo aprovechamos una pequeña parte de nuestros recursos mentales y físicos”.

Es decir que habla de un potencial no desarrollado del todo, cierto es, pero nunca relacionándolo con una cantidad específica de energía del cerebro. Nada por tanto del dichoso diez por ciento. Y es la tercera.

La última referencia decimonónica sobre esta frase, pertenece al que fue vigésimo sexto (26º) Presidente de los Estados Unidos (1901-1909), Theodore Roosevelt (1858-1919), por aquel entonces Secretario de la Marina estadounidense, quien la pronunció durante un discurso ante los alumnos de la academia naval en 1897.

Eran los preliminares del más que previsible conflicto bélico entre España y Estados Unidos de 1898, como consecuencia de la intervención estadounidense en la guerra de independencia cubana. (Continuará)



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