Seguro estoy que ahora que lo ha leído, la imagen relojera que evoca el título le resulta de lo más familiar. Sobre todo por las muchas veces que la ha tenido ante sus ojos pero que, a la vista está, sólo la ha mirado.
Quiero decir que no se ha fijado en ella con la suficiente atención, o lo que es lo mismo, que no la ha visto. Es algo que nos suele ocurrir mucho a los humanos, que miramos sin ver.
Pero lo cierto es que los relojes analógicos, los de aguja para entendernos, cuando aparecen en publicidad de prensa y televisión o en ilustraciones de relojerías siempre, siempre, marcan la misma hora, las diez y diez.
¿A que sí?
La constancia de la hora viene a ser como una rebeldía publicitaria, frente a la incontestable e inviolable ley natural, la de la locución latina, Tempus fugit.
Y es que pareciera que el tiempo no pasa en los anuncios de relojes de manecillas.
Bueno, pues ya tenemos servida la quisicosa de cuasiciencia de la semana. Y las preguntas alrededor de ella, surgen como las setas en otoño: ¿Por qué es así? ¿Cuál es la razón para esa particular disposición de las manecillas del reloj?
Es más, ¿por qué está tan extendida esta posición a lo largo del tiempo y, además, en todas las marcas? ¿Hay alguna base científica? ¿O únicamente se hace así porque todos lo hacen?
Ya saben que Vicente va adónde va la gente; una gente, por cierto, que va a donde va Vicente.
Bien, pues ya estamos. Marchando una de “enroque de ciencia” con “rebujito”, para este miércoles de Feria de Abril de Sevilla.
Razones para una hora y sus minutos
Por la inexorable ley de la economía que rige el universo o, incluso, tirando de ‘navaja de Occam’ especulativa, se me ocurre pensar que tampoco es para tanto, ¿qué más nos da donde estén? Total, alguna hora tienen que marcar las dichosas agujas. De modo que, visto así, se trata de un asunto sin importancia científica alguna. Quizás no sea otra cosa que una simple coincidencia, una casualidad azarosa.
Lo que podría ser. De una parte, todo es posible. O casi. Es más, de entrada no hay nada imposible. O casi, también. Y de otra, ya saben lo que pienso de las casualidades, por lo que lo dejo aquí.
No digo que sea imposible, no. Eso nunca lo diré, pero sí que me resulta de lo más improbable. Máxime tratándose del terreno de la publicidad y la ingente cantidad de dinero que mueve. Y Poderoso caballero es Don Dinero, como para no tenerlo en cuenta en este mundo consumista.
No, ningún anuncio se crea al azar. De modo que, claro que hay razones para la susodicha hora de las 10 y 10. De hecho basta escarbar un poco en lo publicado, para ver que no faltan especulaciones e hipótesis, acerca de su origen y función.
Desde las meramente figurativas o legendarias, hasta las que gozan de cierta base lógica y científica, pasando por otras de mayor o menor calado intelectual. Que de todo hay y bien diferente.
Pero eso sí, todas comparten una característica común: ninguna de ellas se basta para explicar, de forma verificable al 100%, el origen de dicha práctica agujera.
Así que es más que probable que la verdad esté en la unión de algunas de ellas, y sea necesario el conjunto, para entender y comprender el porqué de esta práctica. Un caso más de paternidad compartida.
Hace sólo unos días hablábamos de la “churchilliana” Sangre, sudor y lágrimas. Pues eso. Otra más.
Razones especulativas: mitos y leyendas
Hay algunas supuestas explicaciones que pertenecen a este ámbito de los mitos y leyendas. Según una, el disponer las agujas del reloj en esa hora es una costumbre que nació con la doble intención de homenajear a tres personajes históricos y conmemorar una hora del día.
Homenajear nada menos que al religioso Martin Luther King (1929-1968) y a dos presidentes de los Estados Unidos, Abraham Lincoln (1809-1865) y John Fitzgerald Kennedy (1917-1963).
Los tres de una tacada y, por supuesto, todos personajes claves y relevantes en la historia estadounidense.
Los tres muy populares, muy queridos, pero que fueron asesinados.
La conmemoración horaria proviene de que, según la leyenda, los tres murieron a la misma hora. Sí, a las diez y diez. En fin. Qué quieren que les diga.
1 comentario :
Nunca habia caido en ese detalle
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