Dos campos de conocimientos sobre los que, en más de una ocasión, ya me he pronunciado. Así que no me repetiré. Ciencia y creencia, creencia y ciencia, son malos compañeros de viaje y equipararlas no es justo ni para una ni para otra.
Sólo dónde y cuándo acabe una debe empezar la otra, y no importa cuál sea la primera. Pero o una u otra. Lo digo porque, lo de que “fe y ciencia son compatibles”, es una opinión que se puede oír y leer con cierta frecuencia.
Mas yo no creo que deba ni pueda ser así. Religión y ciencia no comparten el mismo grado de exigencia para su aceptación.
Mientras que la primera se basa en aceptar credulidades que jamás han sido demostradas, la segunda rechaza todo aquello que no se pueda comprobar-refutar. Son dos principios bien diferentes y, por tanto, no nos debemos confundir.
Fe y ciencia no están en un estatus comparable aunque, eso sí, pueden aparecer juntas, coexistiendo en un mismo individuo, a pesar de sus contrapuestas diferencias.
Una circunstancia que no nos debe extrañar lo más mínimo, dado lo complejo que es nuestro cerebro y lo poco que sabemos de él y de su capacidad para aprehender experiencias tan dispares. De hecho han existido, existen y existirán científicos creyentes.
Extraordinarios y metódicos investigadores que no encuentran dificultad alguna para aceptar determinados credos religiosos. Lo que puede llevar a una situación paradójica.
Credulidad paradójica
Paradójica porque, tanto científicos como no científicos, puede que acepten unos credos como auténticos pero, sin embargo, no otros. Y lo malo es que lo hacen sin más justificación que la de que así lo creen, quieren creerlo o creen quererlo ellos. Ya ven cómo somos. Es el problema de las creencias. O te lo crees o no te lo crees, sin más.
Centrando la paradoja anterior en el terreno de las reliquias, puede suceder que, para una misma persona, haya elementos de veneración que sean auténticas reliquias y otros que, también a su crédulo entender, no lo sean.
Pero también suele ocurrir que, aceptado de un elemento que es una reliquia, haya tantos ejemplares del mismo, en tantos sitios y todos proclamando que ellos son los auténticos y no los demás, que la situación mueva a confusión.
A confusión porque claro -y este hecho es común a todos- ninguno, ninguno, aporta ninguna prueba científica de su autenticidad. Que es el único camino, por fiable, que se debe seguir. El de las pruebas.
En este sentido, y solo en éste, el planteado para las reliquias es un entorno muy parecido al de las pseudociencias o falsas ciencias y las pseudomedicinas o no medicinas.
Pseudociencias y pseudomedicinas
Ya saben, de las primeras, hay quien cree en la astrología y las actividades ectoplásmicas, pero niega la existencia de la levitación y los platillos voladores y anda así, así, con la telepatía y la predicción del futuro. Y lo mismo se puede decir de la proyección astral, la psicoquinesis, la claridividencia, la homeopatía, el espiritismo, las casas encantadas, la reencarnación, la percepción extrasensorial, las caras de Bélmez, y un largo, largo, etcétera que haría interminable esta panoplia de supuestos fenómenos, cómo no, paranormales y creíbles o no.
Y tres cuartos de lo mismo es lo que sucede en la falacia de las medicinas alternativas. No les aburro y me quedo sólo en un listado. (Continuará)
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