viernes, 3 de octubre de 2014

“Besos más dulces que el vino...”


“Porque ella tenía besos más dulces que el vino / Ella tenía, mmm, mmm, besos más dulces que el vino”. Eso nos cantaba al menos, el cantautor country estadounidense Jimmie Rodgers, a finales de la década de los años 50 del siglo pasado.

Un acto, el del beso, que ya hemos tratado en estos predios pero del que hoy les voy a seguir hablando, porque quedan curiosas cuestiones, científicas y no científicas, relacionadas con él.

Y además la época lo propicia. Buena parte de la vendimia está realizada y ya saben lo que se dice del dulzor de los besos. Una sensación que parece confirmar la ciencia, ya lo comentamos en otra ocasión.


Los besos dados con intensidad son equivalentes a una sobredosis de anfetaminas. Como lo lee. No en vano aumentan los niveles de dopamina (sustancia asociada al bienestar) y de testosterona (en fin, muy ligada al deseo sexual).

Además, con el beso, se generan adrenalina y noradrenalina, encargadas de aumentar la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Y también se segregan endorfinas (ya saben, las hormonas de la felicidad) y oxitocina (u hormona del amor).

Sí. No es de extrañar que, para algunos, los besos sepan más dulces que el vino.

Incluso en el variado refranero español, aparecen algunas alusiones: ‘Uvas y queso saben a beso’ o ‘Vino y queso sabe a beso’. Es lo que podríamos llamar la bioquímica del beso, y ya saben que también existe una biofísica del beso.

No. No hay duda de que no es poca la ciencia que tiene un beso. De hecho la pubertad empieza con un beso. Una afirmación que, dicha así, suscita algunas preguntas.

¿Es cierto que la pubertad empieza con un beso?
No es éste un campo de conocimiento que me resulte próximo pero, hasta donde he leído, la expresión no es sólo una figura poética. En sentido literal la pubertad, casi, comienza con un beso. Digo casi porque, en realidad, lo hace con un KISS, en concreto con el KISS-1.

Que es el nombre del gen que codifica la hormona kisspeptina, unos péptidos N-terminal que producimos en el hipotálamo, y que son el auténtico motor de arranque de la pubertad en el ser humano. Una fase imprescindible en su desarrollo normal.

Desde el punto de vista médico, aquellas personas que presentan una mutación en el sistema de producción de este gen, puede que nunca alcancen el estadio de la adolescencia a lo largo de su vida. Una muy grave limitación.

¿Y de dónde le viene el nombre de beso a este gen?
Tiene una intrahistoria dulce y fantasiosa, como no puede ser de otra forma, hablando como hablamos de besos.

Para algunos, la nomenclatura de KISS se debe al producto más famoso que se fabrica en la localidad donde fue descubierto el gen a finales del pasado siglo XX: la comunidad de Hershey, Pennsylvania, EEUU.

Allí es donde se fabrican sus mundialmente famosos chocolates Hershey Kiss, de hecho es popularmente conocida por “Chocolatetown”. Hasta aquí lo bueno de la historia. Porque tiene una segunda parte.

Resulta que la kisspeptina fue descubierta poco después, en 2003, en una localidad del Reino Unido, que también presume de producir buenos chocolates y, claro, quiere cambiarle el nombre al gen, para mayor gloria de la localidad. Y en esas estamos.

En cualquier caso resulta curioso que, en este asunto del beso, ande por medio el chocolate.

Recordarán esa investigación de la que hablamos hace un tiempo y que relacionaba una compulsiva tendencia a devorar grandes cantidades de chocolate, en personas aquejadas del "mal de amor", una depresión psíquica causada por una desilusión amorosa.

Bueno pues ya tenemos el triángulo: amor, chocolate y beso. Y naturalmente la canción: “Besos más dulces que el vino...”



1 comentario :

María Trujillo dijo...

Me sorprende la forma en la que relaciona campos de conocimiento tan diferentes ¿Ciencias?