martes, 14 de mayo de 2013

Del cerebro al canal del parto


Hace ya más de cinco años, si la memoria no me falla, les escribí de la importancia que tuvo nuestro gran culo en la evolución humana. De cómo, aunque todo el mérito evolutivo se lo haya llevado el cerebro, la importancia del trasero en nuestra evolución no fue, en absoluto, desdeñable.

Lo llamé ‘Humanos porque tenemos culo’; algo así como por el culo al cerebro, con perdón.

Pues bien hoy les embarco en otro viaje, sólo que en sentido inverso. O casi. Les hablo del que va desde el cerebro hasta el canal del parto.


Con el que se podría decir casi cerramos el círculo, anatómicamente hablando y que nos deja en la puerta de una paradoja. Verán.

Aunque desde nuestro humano punto vista, y subjetivo por tanto, pensemos que estamos en la cúspide de la evolución, algo bastante cuestionable por otra parte, existe un hecho objetivo, y por ende, nada cuestionable sobre este tema.

Resulta que tenemos el parto más difícil de todo el reino animal ¿Por qué, si somos los más listos? ¿Cómo puede ser esto?

Dilema obstétrico
De forma breve lo podríamos resumir en lo que se ha dado en llamar el “dilema obstétrico”. Que pasa por la dificultad que supuso, primero, el hecho de que la nueva postura bípeda redujera el diámetro del canal del parto. Una limitación física.

Y después por lo que el proceso de la evolución del cerebro supuso en el considerable aumento de la cabeza humana. Un inconveniente neuronal.

Dos circunstancias que unidas dificultaron, y no poco, el parto humano.

Mientras que de un lado la cabeza del neonato era cada vez mayor, del otro, el conducto por donde debía salir era menor. Una suma de dificultades que nos llevaron a un dilema que resolver.

Y al que encontramos solución gracias a que somos la especie más inteligente del planeta, y desarrollamos la medicina, un cuerpo de conocimientos que está de nuestra parte.

Consecuencias inevitables 
De nuestra parte, pero sin violar los condicionantes biológicos. Aquellos que implican, por ejemplo, que las crías humanas nazcan muy inmaduras.

Dado que hay un tamaño máximo para el cerebro, que el feto no puede superar si quiere pasar por el canal del parto, es inevitable que los niños nazcan lo antes posible y, por tanto, más desvalidos que los de otras especies animales.

Lo que supone una mayor intervención de los padres en su desarrollo, cuando no de más parte de la familia o el resto de la sociedad más próxima.

Unos esfuerzos conjuntos que implicarán que nuestra especie tenga pocas crías a lo largo de la etapa reproductiva de la pareja y que éstas estén, además, distanciadas en el tiempo.

Algo solo posible en una sociedad como la nuestra: constituida por parejas, con una intensa cooperación entre familias, con esfuerzos paternos además de maternos, etcétera. Recuerden el proverbio africano: ‘Para educar a un niño, es necesaria la participación de toda la tribu’.

Diferencias entre partos
Un parto, el nuestro de homo sapiens, que no parece que sea muy diferente del que tuvieron los neandertales, como alguna que otra línea de investigación apunta, al indicar, por ejemplo, que su embarazo era más largo y que los bebés nacían más despiertos.

Puede que sí, que fuera diferente. Pero también que no, que no lo fuera. Lo cierto es que, para decantarse, sería necesario disponer de más fósiles, para obtener más datos y estar seguros de tal afirmación.

Y en lo que respecta al parto entre primates y humanos, sin duda alguna hay diferencias. En nuestra especie se trata de todo un hecho social. Desde luego lo es más que en cualquiera otra. Definitivamente, en torno al parto hay mucha, mucha, cultura.

Hablando de cachorros
Cachorro en sentido cariñoso, entiéndanme. En este caso sí es cierto que los bebés chimpancés, nada más nacer, saben hacer más cosas que los bebés humanos. Sorprendente pero es así.

Por ejemplo en locomoción nos ganan. Aunque eso sí, sólo hasta cumplir el año. Cuando arrancamos a andar. A partir de esa edad empezamos a experimentar grandes cambios mentales y ya nada es igual.

Y con el habla nuestra especialidad pasa a ser la comunicación social. Y con ella la compartición de información con el resto del grupo. Una actividad en la que somos los mejores de este planeta.

Y que, a la postre, nos termina diferenciando de los demás animales. Lo que hasta cierto punto no deja de ser paradójico, porque el ADN de los chimpancés, así como el de los bonobos es, en un noventa y ocho coma cuatro por ciento (98,4%), igual al de los humanos. Es así.

En lo que sí parece haber diferencia, vuelvo a los cachorros animales, es en el poder compartido que todos tienen de resultar irresistibles.

Seguro que se han dado cuenta. Todos los cachorros mamíferos son adorables. Es así. Pocos son los que se pueden resistir al encanto de sus facciones. Y nos lo parece, porque comparten un patrón morfológico y de conducta cuya función es, precisamente, esa.

Aplacar la agresividad de los adultos y despertarles instintos de protección. Un paso más de proceso evolutivo.

Por eso amamos también a los cachorros, que, aun no siendo de nuestra especie, nos parecen igual de desvalidos y tiernos que nuestros propios hijos.

Bueno dejo aquí este amago de visión antropológica y paleontológica del parto, con la afirmación de que la evolución cerebral dificultó el parto. La verdad es que sé poco más de lo que les he contado.


1 comentario :

Anónimo dijo...

Es muy bueno tio