martes, 29 de junio de 2010

Leyendas Galilenses (II)

(Continuación) Acaba así, por ahora, una historia que, en realidad, había empezado casi tres siglos antes.

En concreto el 12 de marzo de 1737.

Cuando los restos mortales de Galileo fueron trasladados al imponente sepulcro de la Iglesia de la Santa Croce.

Bueno esto del sepulcro no es del todo cierto. Tiene su intrahistoria. Pero la dejaremos pasar por ahora.


Es otra inquietante historia de las muchas que pueblan la vida y milagros de nuestro hombre. Por supuesto que la contaremos a no tardar.

Antes me gustaría referirles los resultados obtenidos del análisis del diente premolar recuperado. Son importantes porque nos hablan no del genio, sino del hombre. De su salud.

Algunas dolencias
Las pruebas a las que se sometió el diente, para determinar su autenticidad, han posibilitado también a los investigadores, arrojar luz sobre otros aspectos de la vida de Galileo.

Por ejemplo, la amplia superficie desgastada que presenta el premolar nos indica que el hombre padecía de bruxismo.

O sea que nuestro genio, mientras dormía, apretaba de forma involuntaria los dientes. De modo que le rechinaban.

Una erosión que también podría ser debida a padecer de reflujo gástrico.

Además, y dada la importante pérdida en la fijación ósea, el diente debía dolerle bastante.

En fin. Fue un genio como científico, pero humano al fin y al cabo.

Y siguiendo con esta ruta de leyendas, les traigo ahora una algo truculenta, que tiene que ver con unas amputaciones que le realizaron al cadáver de Galileo. La he llamado así, la leyenda de “Las mutilaciones del cadáver”.

La leyenda de las mutilaciones del cadáver
Un sucedido que tuvo más de un protagonista y numerosos testigos. De hecho todos los asistentes a la ceremonia de traslado del cadáver de Galileo, a la iglesia de la Santa Cruz.

Por la documentación existente, parece ser que Giovanni Targioni Tozzetti, un afamado historiador de las ciencias y naturalista, en un momento del acto sacó de su bolsillo un cuchillo y procedió a cortar algunas partes del cuerpo.

Su evidente intención: conservar una reliquia del astrónomo.

Un macabro acto, sólo entendible en clave de admiración reverencial hacia el científico, que no tardó en ser imitado por otros asistentes. No se puede negar la premeditación.

En total despojaron al cadáver de cinco piezas. Las tres recientemente recuperadas, y desaparecidas desde hace más de un siglo, más otro dedo, también de la mano derecha, y una vértebra, en concreto la quinta.

El primero pasó a formar parte del muestrario del Museo de la Historia de la Ciencia de Florencia, ahora rebautizado como Museo Galileo. Y la segunda se custodia en la Universidad de Padua, donde Galileo enseñó durante casi veinte años.

El punto tremebundo de esta leyenda lo puso el mismo Targioni, quien confesó haber tenido la tentación de decapitar el cadáver, para hacerse con el cerebro de uno de los grandes.

Recordemos que esta misma tentación la tuvo siglos después, en 1955, el doctor T. Harvey, patólogo del hospital y autor de la autopsia del cadáver de Albert Einstein. Sólo que él sí la llevó a cabo.

Ya lo trajimos a esta enrocada tribuna, por lo que lo dejamos aquí. Porque el hilo de nuestra historia nos lleva a preguntarnos:

¿Cuál fue la razón de la extraña exhumación del cadáver de Galileo Galilei?

¿Dónde había estado hasta entonces? (Continuará)

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