
Les chocó esta asociación mía entre balneario y radiactividad.
Les parecía como un oxímoron. Ya me entienden.
Esa especie de estructura sintáctica, formada por dos palabras o expresiones de significado opuesto, y cuya unión da lugar a un tercer concepto cuyo significado dependerá de la interpretación del lector.
Como ven no es que sea fácil la cosa. Por eso se la aclaro con unos ejemplos científicos. Ahí van:
‘Al infinito y más allá’, ‘Crecimiento negativo’, ‘Creencia científica’, ‘Cuadratura del círculo’, ‘Detener el tiempo’, ‘Estimación precisa’, ‘Eterno presente’, ‘Giro vital de 360º’, ‘Hielo fundido’, ‘Soñar despierto’, ‘Seguridad informática’, ‘Sol negro’, ‘Tiempo material’, ‘A ciencia cierta’, ‘Espacio de tiempo’, ‘Teoría del caos’, ‘Organización entrópica’, ‘Windows funciona’.
¿Lo captan verdad? Son como una inversión de las leyes de la naturaleza.

Lo que no es tan evidente es el hecho de que yerran en ambas asociaciones.
Primero, porque la radiactividad casi nunca es peligrosa y, segundo, porque ha existido desde siempre en nuestro mundo, mucho antes, incluso, de que existiera el hombre.
Vivimos en un mundo radiactivo y nosotros mismos somos radiactivos.
De hecho hemos llegado a ser como somos, gracias a la radiactividad.
Es más, sin ella, lo más seguro es que desapareciéramos. Lo que no deja de ser llamativo.
Son cosas que debemos saber para no pasar por indocumentados.
¿Hay balnearios de aguas radiactivas?
Sí, los hay y están repartidos por todo el mundo. Son numerosos los que ofrecen manantiales de aguas radiactivas y esta expresión no nos debe asustar.
Entre las bondades de estas aguas se cuentan sus efectos sedantes, analgésicos y diuréticos.
Se utilizan también para combatir el estrés, la ansiedad y la depresión.
Y además son buenas para las afecciones respiratorias, circulatorias y digestivas, además de para los procesos alérgicos-reumáticos-metabólicos. Así que ya ven.
Debe quedarles claro que las dosis de radiactividad de estas aguas, tienen los beneficios antes apuntados y, por supuesto, no suponen ningún riesgo para los pacientes que acuden a ellos, de forma singular para una cura.
Igualmente, tampoco suponen un riego para los empleados de estos establecimientos, que trabajan de forma continua, durante años, en ellos.

La primera le hace tener una actividad mínima (en nanocurios), causa de sus beneficios.
El segundo, su valor de 3,8 días, nos indica que, al cabo de ese tiempo, la radiactividad se ha reducido al 50%; a los 7,6 días lo ha hecho al 25%; a los 11,4 días al 12,5% ; y así.
Nosotros y la radiactividad
Más arriba les comentaba lo llamativo que resulta que, en el tema de la radiactividad, vayan tan de la mano la ignorancia y el miedo.Llamativo, pero no sorprendente. Sabido es que tememos aquellos que ignoramos. Por eso conviene estar documentado e ignorar lo menos posible.
En esta vida no hay nadie más indefenso que el que ignora. Y no se puede ignorar que vivimos en un mundo radiactivo. Y que, nosotros mismos, somos radiactivos.

Y en nuestro estómago e intestinos se desintegran unos quince millones de núcleos radiactivos de potasio-40. Unos nucleidos que provienen de los alimentos que hemos ingerido.
Se estima que, de la radiación que en total recibe cada español, entre el 10% y el 15% viene precisamente de lo que comemos.
Y que este valor promedio de radiación recibida es la mitad de la dosis máxima recomendada. Así que tranquilos.

O el americio (Am) que contienen los detectores de humo.
Pero si hay alguno que se lleve la palma por todo, es el gas radón, Rn(g).
Él solo genera casi el 50% de la dosis total radiactiva que recibimos y además es cancerígeno.
Otro día les hablo de él.
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