Como de Puertollano en Ciudad real, del mar Muerto se dice que es el de las dos mentiras.
De uno, el pueblo, porque ni es puerto ni es llano. Del otro, porque ni es mar ni está muerto.
En realidad esta extensión de agua, es un lago, situado entre Israel y Jordania, cuyas aguas tienen un contenido en sal extraordinariamente alto.
Se estima que puede ser, de media, casi un 25% mayor que el resto de mares y océanos.
Una concentración salina lo suficientemente elevada como para que usted pueda flotar sin necesidad de flotador o colchoneta.
Tal es su densidad que casi se puede sentar en el seno del líquido y ponerse a leer la prensa, sin más. Por supuesto es el lugar donde resulta más fácil “hacer el muerto”. Ya me entienden.
La explicación de tan excepcional flotabilidad pasa por el conocido Principio de Arquímedes: "Todo cuerpo sumergido en un fluido (gas o líquido) experimenta una fuerza hacia arriba, conocida como empuje, que coincide con el peso del volumen de fluido desalojado".
De modo que conforme más denso sea este fluido, mayor será el empuje que ejerza sobre el cuerpo sumergido .
Y más posibilidades tendrá de experimentar la divertida sensación de flotar.
Como ocurre en el Mar Muerto.
Pero tan elevada concentración de sus aguas tiene otra consecuencia, ésta no tan divertida.
Su alto valor la hace incompatible con la gran mayoría de formas de vida conocidas. De ahí su nombre, Mar Muerto.
Incompatible con la práctica totalidad de vidas, pero no con todas.
Debido a su excesiva salinidad la vida en él se restringe a un puñado de microorganismos.
Una restringida fauna de microorganismos halófilos, o lo que es lo mismo que pueden vivir en un ambiente salino.
Entre ellos se cuentan un protozoo ciliado, algunas algas, y un grupúsculo de bacterias de los géneros Halobacterium, Halococcus y Flavobacterium, entre otros.
Todos ellos han desarrollado una adaptación biológica fascinante, que le han permitido sobrevivir en tan inhóspito entorno.
Desde el punto de vista químico, el agua del Mar Muerto contiene carbonatos (CO32-), cloruros (Cl-), bromuros (Br-) y sulfatos (SO42-) de sodio (Na+), potasio (K+), magnesio (Mg2+) y calcio (Ca2+).
Un coctel salobre casi letal. Pero no del todo.
Aunque se llama Mar Muerto, ya saben que no lo está.
Claro que tampoco es un mar. En fin.
De uno, el pueblo, porque ni es puerto ni es llano. Del otro, porque ni es mar ni está muerto.
En realidad esta extensión de agua, es un lago, situado entre Israel y Jordania, cuyas aguas tienen un contenido en sal extraordinariamente alto.
Se estima que puede ser, de media, casi un 25% mayor que el resto de mares y océanos.
Una concentración salina lo suficientemente elevada como para que usted pueda flotar sin necesidad de flotador o colchoneta.
Tal es su densidad que casi se puede sentar en el seno del líquido y ponerse a leer la prensa, sin más. Por supuesto es el lugar donde resulta más fácil “hacer el muerto”. Ya me entienden.
La explicación de tan excepcional flotabilidad pasa por el conocido Principio de Arquímedes: "Todo cuerpo sumergido en un fluido (gas o líquido) experimenta una fuerza hacia arriba, conocida como empuje, que coincide con el peso del volumen de fluido desalojado".
De modo que conforme más denso sea este fluido, mayor será el empuje que ejerza sobre el cuerpo sumergido .
Y más posibilidades tendrá de experimentar la divertida sensación de flotar.
Como ocurre en el Mar Muerto.
Pero tan elevada concentración de sus aguas tiene otra consecuencia, ésta no tan divertida.
Su alto valor la hace incompatible con la gran mayoría de formas de vida conocidas. De ahí su nombre, Mar Muerto.
Incompatible con la práctica totalidad de vidas, pero no con todas.
Debido a su excesiva salinidad la vida en él se restringe a un puñado de microorganismos.
Una restringida fauna de microorganismos halófilos, o lo que es lo mismo que pueden vivir en un ambiente salino.
Entre ellos se cuentan un protozoo ciliado, algunas algas, y un grupúsculo de bacterias de los géneros Halobacterium, Halococcus y Flavobacterium, entre otros.
Todos ellos han desarrollado una adaptación biológica fascinante, que le han permitido sobrevivir en tan inhóspito entorno.
Desde el punto de vista químico, el agua del Mar Muerto contiene carbonatos (CO32-), cloruros (Cl-), bromuros (Br-) y sulfatos (SO42-) de sodio (Na+), potasio (K+), magnesio (Mg2+) y calcio (Ca2+).
Un coctel salobre casi letal. Pero no del todo.
Aunque se llama Mar Muerto, ya saben que no lo está.
Claro que tampoco es un mar. En fin.
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