Nunca la mujer científica lo ha tenido fácil.
Pero, a pesar de todo, ya desde las postrimerías de la Baja Edad Media y, eso sí, muy lentamente, su actividad científica ha ido aumentando sin cesar.
Y no se ha limitado al cada vez más restringido campo de la medicina.
Ellas empezaron a hacerse ver en otros cuerpos de conocimiento como matemáticas, geología, química, astronomía, botánica y ciencias naturales.
Son las “damas de las ciencias”. Y se atreven con todo.
A pesar de que el mundo de la ciencia está lleno de dificultades, estas mujeres siempre han estado resueltas a meterse de lleno en él.
Han tenido la idea de ponerse a trabajar en sus problemas. Y está visto que hay ideas que nos elevan.
Les cuento esto porque no es muy conocido el hecho de que Tycho Brahe, el mejor observador a simple vista de los cielos junto a Hiparco quien, en esta faceta, quizás le superó. Y último de los grandes astrónomos anteriores al telescopio, pues hasta 1610 no lo incorporaría Galileo.
No es muy conocido les decía, que Tycho tuviera una hermana menor con grandes dotes de científica. De los nueve hermanos que fueron los Brahe, Sophie fue la única hembra.
De su precocidad como científica nos habla la circunstancia de que, con tan sólo once años, ya le ayudaba en sus observaciones astronómicas. Algo inhabitual para esa edad y género.
Ya desde temprana edad, la niña demostró gran pasión por las estrellas.
Durante su adolescencia la notable joven trabajó en Uraniborg, el magnífico observatorio astronómico que Tycho mandó construir en la isla de Hven.
Desde allí realizó observaciones de los cielos, elaborando cálculos de eclipses y determinando las trayectorias de los cometas.
Sophie fue la primera mujer en conocer la posición exacta de los planetas. Sin temor a equivocarnos se puede afirmar que, muchos de los méritos atribuidos a Tycho le pertenecen a ella.
Deseó ingresar en la universidad pero, al estar vedada a las mujeres no se amilanó y se puso a estudiar por su cuenta distintas disciplinas.
Entre sus favoritas se contaban: matemáticas, música, horticultura, astrología, alquimia, biología, medicina, genealogía y literatura clásica.
Lo que no está nada mal considerando que, a la vez que estudiaba, seguía ayudando a su hermano.
Se ve que Sophie era de esas personas que conseguía todo lo que se proponía. Era de la misma materia con la que construyen las leyendas.
Forzada por su padre a casarse, por desgracia, su matrimonio no marchó bien.
Su marido fue un vividor que no sólo la apartó de sus estudios, sino que dilapidó la cuantiosa dote que ella aportó a la unión.
Al quedar viuda consagró su vida al cuidado y la atención de los pobres.
Pero Sophie Brahe (1556-1643) no fue una leyenda sólo en su tiempo. Aún hoy lo sigue siendo en muchas universidades europeas.
Sus anotaciones astronómicas están consideradas como un arquetipo de metodología ejemplar, en el área de las técnicas de investigación científica.
Hoy como ayer, en el 454 aniversario de su nacimiento, para esta mujer como para otras muchas
Pero, a pesar de todo, ya desde las postrimerías de la Baja Edad Media y, eso sí, muy lentamente, su actividad científica ha ido aumentando sin cesar.
Y no se ha limitado al cada vez más restringido campo de la medicina.
Ellas empezaron a hacerse ver en otros cuerpos de conocimiento como matemáticas, geología, química, astronomía, botánica y ciencias naturales.
Son las “damas de las ciencias”. Y se atreven con todo.
A pesar de que el mundo de la ciencia está lleno de dificultades, estas mujeres siempre han estado resueltas a meterse de lleno en él.
Han tenido la idea de ponerse a trabajar en sus problemas. Y está visto que hay ideas que nos elevan.
Les cuento esto porque no es muy conocido el hecho de que Tycho Brahe, el mejor observador a simple vista de los cielos junto a Hiparco quien, en esta faceta, quizás le superó. Y último de los grandes astrónomos anteriores al telescopio, pues hasta 1610 no lo incorporaría Galileo.
No es muy conocido les decía, que Tycho tuviera una hermana menor con grandes dotes de científica. De los nueve hermanos que fueron los Brahe, Sophie fue la única hembra.
De su precocidad como científica nos habla la circunstancia de que, con tan sólo once años, ya le ayudaba en sus observaciones astronómicas. Algo inhabitual para esa edad y género.
Ya desde temprana edad, la niña demostró gran pasión por las estrellas.
Durante su adolescencia la notable joven trabajó en Uraniborg, el magnífico observatorio astronómico que Tycho mandó construir en la isla de Hven.
Desde allí realizó observaciones de los cielos, elaborando cálculos de eclipses y determinando las trayectorias de los cometas.
Sophie fue la primera mujer en conocer la posición exacta de los planetas. Sin temor a equivocarnos se puede afirmar que, muchos de los méritos atribuidos a Tycho le pertenecen a ella.
Deseó ingresar en la universidad pero, al estar vedada a las mujeres no se amilanó y se puso a estudiar por su cuenta distintas disciplinas.
Entre sus favoritas se contaban: matemáticas, música, horticultura, astrología, alquimia, biología, medicina, genealogía y literatura clásica.
Lo que no está nada mal considerando que, a la vez que estudiaba, seguía ayudando a su hermano.
Se ve que Sophie era de esas personas que conseguía todo lo que se proponía. Era de la misma materia con la que construyen las leyendas.
Forzada por su padre a casarse, por desgracia, su matrimonio no marchó bien.
Su marido fue un vividor que no sólo la apartó de sus estudios, sino que dilapidó la cuantiosa dote que ella aportó a la unión.
Al quedar viuda consagró su vida al cuidado y la atención de los pobres.
Pero Sophie Brahe (1556-1643) no fue una leyenda sólo en su tiempo. Aún hoy lo sigue siendo en muchas universidades europeas.
Sus anotaciones astronómicas están consideradas como un arquetipo de metodología ejemplar, en el área de las técnicas de investigación científica.
Hoy como ayer, en el 454 aniversario de su nacimiento, para esta mujer como para otras muchas
¡El cielo sigue siendo el límite!
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