Por una cuestión que no hace al caso, la expresión del titular surgió durante una charla cuando, uno de los contertulios la utilizó de manera coloquial al referir con ella tanto el remedio de todos los males, como la solución para todos los problemas; que es, por cierto, como ha pasado al imaginario popular.
Aunque eso sí, lo hizo
de forma sarcástica pues la empleó para indicar que alguien que diga, en general,
que posee el susodicho bálsamo de Fierabrás, se está comportando como un
imbécil pues es lo suficientemente arrogante como para creer que tiene la
solución para todo. El caso es que me quedé con ciertas dudas.
Tirando de diccionario
E hice lo que suelo hacer en estos casos, tiré de diccionario y para bálsamo me quedé con su cuarta acepción: 4. m. Medicamento compuesto de sustancias comúnmente aromáticas, que se aplica como remedio en las heridas, llagas y otras enfermedades. O sea, un ungüento de uso tópico empleado para rebajar la inflamación de golpes, ayudar a cicatrizar heridas o a expectorar si lo aplicamos sobre el pecho.
De Fierabrás
leo que se trata de un famoso gigante que figura en las leyendas del círculo
carolingio y los antiguos libros de caballerías y que se suele emplear para referirse
a una persona grande y fuerte, especialmente si es fanfarrona y jactanciosa.
Por último, de la expresión
Bálsamo de Fierabrás lo que ya sabe, es un suspecto curalotodo, un remedio
milagrero y milagroso para cualquier enfermedad, la panacea de todos los males,
o sea.
Según la leyenda el emir Balán y su hijo, el caballero sarraceno Fierabrás, conquistaron Roma y allí se apoderaron de dos recipientes que contenían los restos de la histórica sustancia empleada para embalsamar a Jesucristo.
La panacea cervantina
Sin embargo, para un
servidor que va camino de los tres cuartos de siglo y su formación no ha ido
precisamente en esa dirección, la expresión más que religiosa tiene un cierto
regusto de antañona lectura escolar. Una de naturaleza quijotesca pues así es
como, para la mayoría de nosotros, se hizo famoso el citado bálsamo, y no por
aquellas leyendas y libros de caballerías.
Aparece en los capítulos X y XVII de la primera parte del Quijote, cuando sufren las consecuencias de sus pendencieras aventuras y el escudero, viendo que su amo sangraba por un oído, le ofrece “hilas y un poco de ungüento blanco”.
Unos remedios que Don Quijote rechaza explicándole que si dispusiera de los ingredientes para elaborar el Bálsamo de Fierabrás, “con una sola gota se ahorraran tiempo y medicinas”. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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