(Continuación) Y con
su concesión nos encontramos ante un nuevo caso de rara avis pues el pasado miércoles 3, la estadounidense Arnold, como el día anterior lo hizo la
canadiense Strickland, entró a
formar parte de otra de las divisiones más selectas, del más selecto de los
club de científicos que en el mundo han sido: el de las químicas nobelesas.
Y tampoco en esta
ocasión les exagero lo más mínimo pues ella es la quinta mujer en ser
galardonada con un Nobel de Química en los ciento diez (110) años en los que ha
sido concedido, pues en ocho y por
motivos diversos (declararse desierto, guerra mundial y el exilio obligado de
varios miembros del comité) no se entregó esta modalidad de Premio Nobel.
Como a lo largo de ese tiempo lo han recibido ciento
ochenta y un (181) científicos, la simple aritmética escolar nos viene a significar
que, sólo un dos coma siete por ciento
(2,7 %) de los Nobel de Química han sido mujeres. Sí, casi el doble que en física,
pero ya me dirán ustedes qué cifras son esas.
La ausencia femenina en
estas categorías científicas del galardón resulta del todo terrible por
dolorosa, y eso que las mujeres conforman el cincuenta por ciento (50 %) de la
humanidad.
Cinco de cada ciento ochenta y
uno
La manita de nobelesas
científicas la encabeza por orden cronológico, cómo no -ya le advertí sobre su
supremacía en las primicias-, lafrancesa de origen polaco Marie
Curie (1867-1934) galardonada en solitario con el Premio Nobel de Química en 1911, ‘por descubrir los elementos radio y polonio’. Fue el segundo y
como química, recordar que ocho años antes recibió el Premio Nobel de Física en 1903.
Y como de casta le
viene al galgo, la siguiente científica galardonada en esta especialidad fue su
hija Irène Joliot-Curie (1897-1956) que compartió con su maridoFrédéric
Joliot (1900-1958), el Premio Nobel
de Química en 1935, ‘por sus síntesis
de elementos radioactivos’. Habían pasado veinticuatro (24) años.
Y tuvieron que pasar
veintinueve (29) para que la química británica Dorothy Crowfoot Hodgkin (1910-1994) recibiera en solitario el Premio Nobel de Química en 1964, ‘por sus determinaciones mediante técnicas de rayos X, de las
estructuras de importantes sustancias biomédicas’. El tercero del quinteto.
Ya para el siguiente
hubo que esperar algo más, en concreto cuarenta y cinco (45) años, cuando el
químico indio Venkatraman Ramakrishnan (1952), el químico estadounidense Thomas Arthur Steitz (1940) y la
cristalógrafa israelí Ada Yonath (1939)
compartieron el Premio Nobel de Química
en 2009, ‘por sus estudios en la
estructura y función del ribosoma’. Un reparto por cierto equitativo.
Para desembocar en el
del pasado miércoles 3, sólo nueve (9) años después, con Arnold, Smith y Winter. Sí, tengo esperanzas de que las
nobelesas científicas empiecen a proliferar por méritos propios. (Continuará)
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