(Continuación) Marie Curie, una mujer excepcional y la primera en conseguir casi todo lo
que se propuso, de la que recordaremos aquí que repitió galardón al ganar el Premio Nobel de Química en 1911 y
hacerlo en solitario ‘por descubrir los
elementos radio y polonio’.
Pero volviendo a la nobelera
disciplina de la física, hubo que
esperar sesenta (60) años para que un premio de esta categoría recayera de
nuevo en una mujer, y ella fue la estadounidense de origen alemán Maria Goeppert-Mayer (1906-1972).
Premio Nobel de 1963 en Física, compartido con el alemán Johannes
Hans Daniel Jensen (1907-1973) por sus investigaciones sobre ‘la estructura interna del núcleo de los
átomos y su modelo de capas nuclear’, y con el estadounidense Eugene Paul Wigner por ‘sus contribuciones a las teorías del núcleo
atómico y de las partículas elementales y, en particular, el descubrimiento y
aplicación de estas mediante los principios fundamentales de simetría’.
Una compartición del
premio digamos asimétrica pues a Wigner le correspondió el cincuenta por ciento
(50 %) de su importe, y a los otros dos galardonados un veinticinco a cada uno
¿Porque uno de ellos era una mujer? ¿Qué hubiera pasado si los tres hubieran
sido hombres?
De lo que la sociedad de
la época pensaba, acerca del papel que la mujer desarrollaba en la ciencia de mediados del siglo pasado,
es buena muestra el titular con el que un periódico local daba la noticia de la
concesión del galardón: “Madre de San
Diego gana el premio Nobel”. Qué me dicen. Tremendo prejuicio contra la
mujer.
Así que ya lo ve,
estas son las cuentas, dos Maria y una Donna, la tercera de la terna que ya
conoce. La canadiense Donna Strickland,
Premio Nobel de Física de 2018, es
decir que lo obtuvo cincuenta y cinco (55) años más tarde ¿Para cuándo la
siguiente?
En mi opinión, por si
le interesa saberlo aunque es del todo prescindible, para muy pronto. En este
aspecto soy optimista y creo que no ha de tardar mucho, dado que cada vez hay más
grupos de investigación liderados por mujeres, mujeres de mucha valía.
Entre ellas, creo que ya les he escrito algo, la astrofísica estadounidense Sandra
Faber (1944), una de mis favoritas.
La Faber, que
desarrolla su trabajo en la Universidad de California en Santa Cruz, descubrió
en 1976 un nuevo método para determinar la distancia a las galaxias, que es conocido como la relación de Faber-Jackson. Observen el orden de los apellidos. (Continuará)
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