De la duración de los días
Ya hemos comentado que el día del solsticio de invierno corresponde al de menor duración del año. Es decir, a aquel en el que menos tiempo transcurre entre la “salida y la puesta del Sol”, en un lugar dado. O lo que es lo mismo, al día más corto del año, el que tiene menos horas de luz. O a la noche más larga del calendario, como deseen que casi todas ellas son correctas.
En cualquiera de los casos y dicho como sea, a no pocos hará pensar que estamos ante el día en el que el Sol “sale” más tarde y se “pone” más pronto.
Lo que mire usted por donde, ya no es correcto. No, no lo es. Y sí, sorprende, lo sé. Pero así es.
Estamos ante un nuevo caso en el que la ciencia popular no coincide con la ciencia académica. Uno que tiene que ver con aquello que les conté un día: “lo de pensar como Copérnico pero hablar como Tolomeo”. Ya saben cosas de los hombres.
La explicación científica nos llega desde la física bachillera y de la mano de la cinemática celeste, fundamentada en dos circunstancias mecánicas. Una. La órbita que la Tierra describe alrededor de nuestra estrella no es circunferencial sino elíptica.
Y dos. El eje del planeta, que es el que define las estaciones, está inclinado en una dirección que no es la del eje de dicha elipse. Otro día si quieren los desarrollamos, pero otro día si me lo permiten. Que casi estamos en Navidad.
En este mismo argumentario se encuentra la razón de que por ejemplo, nuestros relojes, basados en un Sol de comportamiento mecánico medio, y los solares estén desajustados. Pero lo dicho, otro día.
El caso es que ayer 21 de diciembre fue el día de menor duración del año 2016 en nuestro hemisferio, siendo en Madrid su valor de nueve horas (9 h) y diecisiete minutos (17 min).
Que comparado con las quince horas (15 h) y tres minutos (3 min) que duró el pasado 21 de junio, día más largo de 2016, da una diferencia de casi seis horas (6 h) entre el día más corto y el más largo.
Una diferencia significativa pero de la debemos tener en cuenta que no es la misma en todo el planeta pues depende, y no poco, de la latitud del lugar siendo nula (0 h) en el ecuador y máxima (24 h) entre los círculos polares y los polos.
Precisamente es en la Antártida donde, algunos días al año y alrededor del 21 de diciembre, se da el fenómeno del Sol de medianoche, en que el astro es visible por encima del horizonte durante las veinticuatro horas del día.
En esta ocasión se dará el próximo día 4 de enero de 2017, siendo la distancia de algo más de ciento cuarenta y siete millones de kilómetros (147 000 000 km), unos cinco millones de kilómetros (5 000 000 km) menos que en el momento de afelio o de mayor distancia, que ocurrirá el 3 de julio de 2017.
Precisamente es esta mayor cercanía a la estrella la causa de que nuestro planeta se mueva más rápido a lo largo de su órbita elíptica durante el invierno y que, por tanto, la duración de esta estación sea la menor.
Algo que por otro lado bien saben nuestros estudiantes bachilleres, conocedores de la segunda ley de Kepler. Dicho lo cual, podemos tomarnos un descanso, elevar la vista y observar el cielo nocturno, en mi caso sevillano.
Lo que mire usted por donde, ya no es correcto. No, no lo es. Y sí, sorprende, lo sé. Pero así es.
Estamos ante un nuevo caso en el que la ciencia popular no coincide con la ciencia académica. Uno que tiene que ver con aquello que les conté un día: “lo de pensar como Copérnico pero hablar como Tolomeo”. Ya saben cosas de los hombres.
La explicación científica nos llega desde la física bachillera y de la mano de la cinemática celeste, fundamentada en dos circunstancias mecánicas. Una. La órbita que la Tierra describe alrededor de nuestra estrella no es circunferencial sino elíptica.
Y dos. El eje del planeta, que es el que define las estaciones, está inclinado en una dirección que no es la del eje de dicha elipse. Otro día si quieren los desarrollamos, pero otro día si me lo permiten. Que casi estamos en Navidad.
En este mismo argumentario se encuentra la razón de que por ejemplo, nuestros relojes, basados en un Sol de comportamiento mecánico medio, y los solares estén desajustados. Pero lo dicho, otro día.
El caso es que ayer 21 de diciembre fue el día de menor duración del año 2016 en nuestro hemisferio, siendo en Madrid su valor de nueve horas (9 h) y diecisiete minutos (17 min).
Que comparado con las quince horas (15 h) y tres minutos (3 min) que duró el pasado 21 de junio, día más largo de 2016, da una diferencia de casi seis horas (6 h) entre el día más corto y el más largo.
Una diferencia significativa pero de la debemos tener en cuenta que no es la misma en todo el planeta pues depende, y no poco, de la latitud del lugar siendo nula (0 h) en el ecuador y máxima (24 h) entre los círculos polares y los polos.
Precisamente es en la Antártida donde, algunos días al año y alrededor del 21 de diciembre, se da el fenómeno del Sol de medianoche, en que el astro es visible por encima del horizonte durante las veinticuatro horas del día.
Distancia al Sol
Aunque no guarda ninguna relación con el inicio de las estaciones, por estas fechas tiene lugar un hecho circunstancial pero relevante. Lo es porque se produce el mayor acercamiento anual entre la Tierra y el Sol, un punto que es conocido como perihelio. En esta ocasión se dará el próximo día 4 de enero de 2017, siendo la distancia de algo más de ciento cuarenta y siete millones de kilómetros (147 000 000 km), unos cinco millones de kilómetros (5 000 000 km) menos que en el momento de afelio o de mayor distancia, que ocurrirá el 3 de julio de 2017.
Precisamente es esta mayor cercanía a la estrella la causa de que nuestro planeta se mueva más rápido a lo largo de su órbita elíptica durante el invierno y que, por tanto, la duración de esta estación sea la menor.
Algo que por otro lado bien saben nuestros estudiantes bachilleres, conocedores de la segunda ley de Kepler. Dicho lo cual, podemos tomarnos un descanso, elevar la vista y observar el cielo nocturno, en mi caso sevillano.
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