Sin embargo Walker, nunca la patentó. Y eso que Michael Faraday le instó a que lo hiciera, pero él no tenía claro que debiera hacerlo. No se consideraba su auténtico y único inventor. Una escrupulosa y loable decisión personal que no obstante no evitó que la cerilla tuviera patente.
Ese mismo año un industrial, un tal Samuel Jones, registró la patente en su lugar y comercializó el producto con el nombre de Lucifer.
Un nombre de lo más apropiado pues estos fósforos presentaban una serie de problemas luciferinos: su olor era desagradable; la llama era inestable; y la reacción inicial solía ser violenta, cuando no casi explosiva.
De hecho en ocasiones lanzaba chispas a considerable distancia.
Y ya. Ya sé que en los últimos tiempos las cerillas, fósforos, cerillos o mistos han caído en desuso pero no debemos olvidar que durante el pasado siglo XX fue el instrumento más utilizado para encender fuego. De ahí este recuerdo conmemorativo.
Mechero, Bunsen y Faraday
Por supuesto que no dejo pasar el estupendo nexo calorífico que me brinda el físico y químico británico Michael Faraday (1791-1867). Famoso como bien saben por sus, entre otros, descubrimientos relacionados con los fenómenos de inducción electromagnética, diamagnetismo y electrólisis, pertenecientes a los campos del electromagnetismo y la electroquímica.
Pero del que también nos consta inventó un quemador de gas que fue una temprana forma del mechero Bunsen, un antecesor suyo por así decirlo
Tal como hoy lo conocemos dicho mechero -de muy rápida e intensa transmisión de calor, utilizado por ello en muchos laboratorios científicos para calentar, esterilizar o proceder a la combustión de muestras químicas-, fue inventado en 1857 por el químico alemán Robert Bunsen (1811-1899).
Pero en esencia no es más que una mejora del quemador desarrollado por Faraday, por lo que escrito queda. Para saber más.
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