Vamos que dado los tiempos que corrían, tenía todas las papeletas para morir chamuscado.
En el caso de Rodrigo diez (10) años de cárcel, parecieron suficiente pena al Santo Oficio.
Pero hete aquí que llevaba el buen hombre siete (7) años penando cuando hacia 1500, fue sorprendentemente liberado. Estas cosas pasan.
Resulta que con el paso de los años, eso de echar humo por la boca empezó a no estar considerado como una práctica de brujería o una “obra del diablo”. Así que, pasado un tiempo ya no era culpable sino inocente y, por ende, podía salir libre a la calle.
¿Cómo fue posible este cambio de mentalidad? ¿Por qué dejó de ser un acto de brujería el echar humo por boca y nariz?
Pues muy sencillo.
La costumbre de fumar que lo había encarcelado se había extendido, a lo largo de esos sus duros años de cautiverio, a todos los estamentos de la sociedad, convirtiéndose en una norma de conducta no solo aceptada sino, incluso, bien vista.
Como una señal de elegancia y distinción.
Sin embargo a él le tocó pagar el pato. Le suele ocurrir a los pioneros que no son precavidos, independientemente de las épocas en las que vivan y de los territorios en los que exploren.
Adenda
Sin ánimo de ser exhaustivo, ni intención de agotar el tema, me gustaría hacer una puntualización en lo que respecta a la autoría sobre quien fue el introductor de la planta del tabaco en Europa. Les adelanté que de forma oficiosa fue Rodrigo de Jerez, lo que no quiere decir que no existan otras opiniones al respecto, más o menos fundamentadas. Por si les interesa el tema, por orden cronológico estas dos (2) son, quizás, las más conocidas y relevantes.
Una. Hay estudiosos que no descartan que fuera un clérigo y que este hecho ocurriera en 1518. En concreto se refieren a Fray Ramón Pané, monje jerónimo de origen catalán y nacido en la segunda mitad del siglo XV, que acompañó a Colón en su segundo viaje a las Indias.
Podría ser. Y que fuera con un catalán con quien naciera la ambigua relación entre la Iglesia y el tabaco. Cosas más raras se han visto.
Dos. Otros historiadores dan como más probable introductor oficial en 1588, al médico de cámara de Felipe II, ornitólogo y botánico toledano, F. Hernández de Boncalo (1514/7-1578).
Lo que también podría ser. El caso es que el tabaco llegó a Europa vía Guadalquivir, el Rio Grande, y se quedó entre nosotros.
Lo hizo junto a su, en un principio, aconsejado consumo por salutífero. Y a sus prohibiciones, primero religiosas y después, pasados los siglos, laicas.
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