Una práctica que hizo de forma despreocupada ante todo el pueblo, que le veía en plena calle, día sí y día también, echando humo por boca y nariz.
Fumando en Ayamonte
Lo que fue el principio de su desgracia personal, porque de esa acción humeante devino su problema con la temible Inquisición. Resulta que el humo que desprendía el tabaco ardiente en su boca, causó sorpresa primero y recelo después entre sus conciudadanos, que no habían visto nunca cosa igual. En su opinión, y sin duda alguna, Rodrigo estaba poseído por el demonio.
Algo así es lo que debía pensar la gente. Lo que no era nada bueno para él como pueden comprender. Sin embargo lo realmente malo fue que, la más sorprendida y asustada de todas las personas, resultó ser su propia esposa.
Una, seguro estoy, buena mujer pero que, aterrada ante las ahumadas escenas de cada día, no dudó en denunciarlo a la Inquisición. Ten mujer para esto.
Pero lo peor de todo estaba por llegar. En cuanto el Santo Tribunal tuvo conocimiento de los hechos, tampoco albergó la menor duda al respecto.
A los ojos de su sabio y recto entender, se trataba de una práctica pecaminosa e infernal pues: “Solo Satanás puede conferir al hombre, la facultad de expulsar humo por la boca”.
Así que nuestro Rodrigo, por sus hábitos paganos y diabólicos, fue acusado de brujería y condenado nada menos que a diez (10) años de prisión, convirtiéndose así en el primer europeo que sufrió unas de las consecuencias no deseadas del tabaco.
Tabaco y brujería
Así se las gastaron los inquisidores en Ayamonte (Huelva), al procesar al primer fumador europeo de la historia, Rodrigo de Xerez. Pero ojo al dato, no lo condenaron por cometer un pecado mortal, no.Lo condenaron por brujería o lo que es lo mismo, por humana ignorancia.
Hasta cierto punto y bien visto, una interpretación lógica dada la época a la que nos estamos refiriendo. Nunca nadie hasta entonces, había visto a un ser humano echar humo por la boca de esa forma.
Qué menos que pensar que se trataba de un brujo, que el diablo andaba de por medio y que por tanto había que encarcelarlo.
Viéndolo así, suerte tuvo que no lo quemaran de forma pública en una hoguera, como hicieron unos años después en Italia con Giordano Bruno, “por un quítame allá esas pajas” científicas.
Y por cierto. Más afortunado que Rodrigo fue su compañero de marinería Luis de Torres, tan enviciado con el tabaco como él, pero que no retornó a España en la Niña a finales de 1493.
No les puedo decir en este momento la razón, pero el caso es que permaneció en el fuerte Navidad en la isla de La Española.
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