Saben a lo que me refiero. 15-0, 15-30, 40-30, punto, juego, set, partido ¿Un poco rara, no les parece?
Aunque quizás no les haya llamado la atención hasta ahora. Puede ser. No en vano estamos acostumbrados a ella desde pequeños y nos resulta de lo más familiar.
Pero a poco que lo piensen, estarán conmigo que la forma de puntuar en el tenis es, cuando menos peculiar: 15-0, 15-15, 30-15, 40-15, juego.
¿Por qué es así? ¿Por qué es tan extraña la puntuación en el deporte del tenis? ¿Por qué no va de uno en uno, como en el resto de los deportes?
Hasta donde he averiguado, no sólo es el único deporte en el que unos puntos valen más que otros, no. También es el único en el que un jugador puede ganar un partido, logrando menos puntos que su rival.
Sí. Es cierto lo que les digo y, por supuesto, que resulta de lo más curioso ¿Por qué es así?
Pues para que vean ustedes, detrás de la curiosa pregunta tenística hay una, también, y no menos curiosa respuesta científica.
¡Ay! de la curiosidad. Una de las características más diferenciadoras y humanas que conocemos. Un impulso que oscila entre lo grosero y lo sublime.
Un pellizco que nos lleva a escuchar detrás de las puertas o, por qué no, y ya de la que va, a descubrir América. Un saludo desde aquí a Cristóbal Colón.
Escuchar, descubrir o, como en el asunto que hoy nos trae, querer saber el porqué de la puntuación en el tenis. Una cuestión con la que, una vez más, deporte y ciencia van de la mano. He aquí el motivo y la razón de su “enroque”.
En concreto el antañón deporte del tenis y la primera de todas las ciencias no experimentales, la astronomía. Una ciencia, por naturaleza, sólo observacional.
¿Cuál es el origen de esta extraña forma de puntuar?
Son varias las hipótesis existentes, más o menos convincentes, sobre la razón del mismo, si bien todas coinciden en situarla en la Edad Media. Una época, la medieval, en la que confluyen todos requisitos necesario para que surja esta, en apariencia, extraña puntuación deportiva. Para empezar, fue en el medioevo cuando este deporte se puso de moda entre reyes y cortesanos, de países como Francia, Inglaterra, Italia y España.
Como también el que la astronomía fuera una afición muy extendida, entre las clases más acomodadas. Y naturalmente, con la observación de los astros, el uso de diferentes instrumentos, entre ellos el sextante.
Un instrumento que permite medir ángulos entre dos objetos cualesquiera. Sean éstos dos puntos de una costa. O un astro, por lo general el Sol, y el horizonte.
Mediante sencillos cálculos matemáticos, y conociendo la elevación del Sol y la hora del día, con la lectura obtenida por este instrumento, se puede determinar la latitud a la que se encuentra el observador.
Un dato de gran importancia tanto en la navegación marítima, como en la navegación aérea.
Entre otros, este instrumento, remplazó a la ballestila de Davis, que a su vez había remplazado al astrolabio por su mayor precisión y fue, durante varios siglos, fundamental en ambos tipos de navegación.
Lo fue hasta que en los últimos decenios del siglo XX, se impusieron sistemas más modernos como la determinación de la posición mediante satélites, GPS. Pero esto ya lo sabe usted. (Continuará)
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