Tengo para mí que de todas las geografías posibles -reales o imaginadas, físicas o inmateriales-, de todas digo, la más libre es la geografía de la ciencia.
Y lo es por naturaleza y constitución. Al fin y al cabo viene a ser una especie de territorio poblado de personas, que comparten y se expresan con un mismo lenguaje científico.
Personas que se mueven con sus términos e ideas, desplazando así fronteras a cada instante.
Y no importa que sus moradores hayan nacido allí o en otro lugar. Que el científico sea su lenguaje natural o lo haya aprendido para la ocasión. La geografía de cualquier ciencia es siempre incluyente.
Suma y nunca resta.
Una geografía en la que es más significativo lo que se comparte que lo que permanece sigilado y oculto. En la geografía de una ciencia, el método científico suele ser el mejor mapa para orientarnos o, lo que es lo mismo, para perdernos dentro de ella, en su laberinto de palabras y conceptos.
Pero hay algo más.
El lenguaje y el método científico son los instrumentos más sofisticados de la diplomacia cultural global. Aunque trabajan sobre intangibles y percepciones, a medio y largo plazo, terminan consolidando diálogos, tejiendo afinidades y explicándonos ante los otros.
Método y lenguaje científicos transcienden siempre la simple inmediatez, y por ello su influencia va mucho más allá de la que ejercen los poderes fuertes, ya sean políticos o económicos.
El lenguaje y el método científico consolidan diálogos, tejen afinidades y nos explican ante los otros.
Unas actividades en las que la presencia de un científico juega un papel primordial. Además de servir para dar a conocer su obra, promover la divulgación y apoyar la labor de instituciones, divulgadores y científicos locales, es fuente de nuevos encuentros e intersecciones de geografías científicas.
Es decir de originar nuevos mapas más detallistas, con nuevas rutas que recorrer.
A propósito de la visita a Barcelona, Peter Higgs y su bosón.
Una geografía en la que es más significativo lo que se comparte que lo que permanece sigilado y oculto. En la geografía de una ciencia, el método científico suele ser el mejor mapa para orientarnos o, lo que es lo mismo, para perdernos dentro de ella, en su laberinto de palabras y conceptos.
Pero hay algo más.
El lenguaje y el método científico son los instrumentos más sofisticados de la diplomacia cultural global. Aunque trabajan sobre intangibles y percepciones, a medio y largo plazo, terminan consolidando diálogos, tejiendo afinidades y explicándonos ante los otros.
Método y lenguaje científicos transcienden siempre la simple inmediatez, y por ello su influencia va mucho más allá de la que ejercen los poderes fuertes, ya sean políticos o económicos.
El lenguaje y el método científico consolidan diálogos, tejen afinidades y nos explican ante los otros.
Unas actividades en las que la presencia de un científico juega un papel primordial. Además de servir para dar a conocer su obra, promover la divulgación y apoyar la labor de instituciones, divulgadores y científicos locales, es fuente de nuevos encuentros e intersecciones de geografías científicas.
Es decir de originar nuevos mapas más detallistas, con nuevas rutas que recorrer.
A propósito de la visita a Barcelona, Peter Higgs y su bosón.
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