sábado, 1 de septiembre de 2012

Hablemos del amor (2)


(Continuación) De modo que solo vemos sus (posibles) cualidades y virtudes e ignoramos sus (también posibles) defectos y vicios. Un asunto que está más que estudiado y tiene hasta nombre. Se le conoce como deformación perceptiva.

Y oiga, nadie está a salvo de ella. Todos, todos, la hemos tenido y padecido en mayor o menor grado, alguna que otra vez.

En ella las hormonas que mandan son la dopamina, la adrenalina y la serotonina.

Las fabricamos a partir de aminoácidos en el hipotálamo, y lo hacemos de forma plena durante doce (12) o dieciocho (18) meses. Que es lo que dura esta etapa amatoria y, por tanto, el enamoramiento.


Por eso les decía, que la forma de mirar a la persona amada que tiene esta etapa era especial y única. Nunca más se vuelve a repetir. Al menos con esa intensidad.

Pero vamos. No lo duden. Son otras maravillas de nuestra naturaleza, la tal dopamina y sus colegas. Ella es la que hace que nos sintamos vivos y protagonistas de nuestra propia existencia. Una sensación y un estado que, por desgracia sabemos, no es nada fácil de conseguir.

La tercera y última de estas etapas es la del cariño y la afectividad con la persona amada. Para muchos de nosotros roza, muy cerca, a la amistad. Es la etapa de mayor duración y, en este caso, está relacionada con la producción de dos hormonas: vasopresina y oxitocina.

Eso es lo que nos dicen las ciencias (química, biología, neurología, psicología, antropología, etología, etcétera) para explicar las cosas del querer. Tres etapas con sus hormonas diferenciadas, pero un solo ser humano.

Un conjunto de tres clases de amores, pues. Un amor tripartito, por tanto.

Amor tripartito
Sabemos que con la edad disminuyen los niveles de testosterona, dopamina y demás hormonas y con dichos descensos unos, indeseados para muchos, efectos asociados.

De un lado, una disminución del deseo sexual, que nos conduce a una libido menguante aunque no agotada. Del otro, una dificultad creciente para volvernos a enamorar que, sin embargo, no implica su exclusión.

Pero también aumentan los niveles de vasopresina y oxitocina, que provocan un aumento de la fidelidad y el compromiso hacia la otra persona. Lo que está muy bien. Y ya que es inevitable, vaya lo uno por lo otro. Lo perdido por lo ganado.

Este es el panorama que nos espera a los mayores.

Menos probabilidades matemáticas para las dos primeras etapas, que no imposibilidades físicas. Y más probabilidades físicas para la tercera, que tampoco implican certeza matemática al cien por cien. (Continuará)


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