lunes, 16 de mayo de 2011

¿Cuándo empezamos a cocinar?

Se trata de una de esas preguntas en las que la importancia del fondo, pasa desapercibida ante la espectacularidad de la forma.

Establecer el origen de la cocina no es, en absoluto, un asunto menor.

Si lugar a dudas la capacidad de cocinar debió influir en nuestra evolución, de modo que el hecho de cocer los alimentos fue determinante para hacernos humanos.

Así que, como pueden atisbar, esto del cocinar tiene poco rango de anécdota y bastante de categoría.

Pero, ¿qué sabemos al respecto? ¿Cuándo y cómo empezó esta primitiva actividad culinaria?

Hasta donde he podido averiguar existen dos tipos de datos o pruebas: arqueológicos y biológicas. Vayamos con los primeros.

Datos arqueológicos
Los datos arqueológicos sobre el momento en que nuestros antepasados empezaron a controlar el fuego, un prerrequisito para poder cocinar, lo cierto es que son bastante dispares.

Por ejemplo, el profesor Richard Wrangham de la Universidad de Harvard, ha elaborado una plausible hipótesis al respecto. Se la resumo.

Conjetura que los antepasados más cercanos a Homo erectus, los australopitecos, comían carne cruda que, previamente, golpeaban con piedras para aplanarla y hacerla más fácil de masticar.

Y que fruto de esta repetida acción, antes que después, en algún momento tuvo que saltar una chispa al golpear la piedra contra el suelo. El resto es historia.

Sólo era cuestión de tiempo que nuestros antepasados encontraran la relación causa-efecto, y terminara averiguando el modo de producir, controlar y mantener el fuego. Empezábamos a ser humanos.

Y es que si no cociéramos los alimentos, tendríamos que hacer lo mismo que hacen los chimpancés: pasar la mitad de sus vidas masticando comida cruda.

Sin contar con que el hecho de guisar los alimentos los hace más deliciosos, los reblandece y, además, potencia su valor energético y nutritivo, al descomponer los almidones y las proteínas en moléculas más digeribles.

Para Wrangham la mayor recompensa de cocinar es que nos deja más energía y tiempo libres para dedicarlos a otras tareas.

Tareas tan específicas y determinantes como: alimentar un cerebro de mayor tamaño, establecer relaciones sociales y crear divisiones del trabajo.

Pruebas biológicas
Por el contrario las pruebas biológicas resultan indiscutibles Si admitimos que la capacidad para cocinar debió dejar huellas en el registro fósil, éste es el momento-prueba que estamos buscando.

Nunca antes ni después, en el curso de la evolución humana, han cambiado tanto los tamaños craneal y pélvico.

Hoy día hay pocas dudas en aceptar que debimos de disfrutar, por primera vez, del olor de un buen asado hace, aproximadamente, unos 1,9 millones de años.

Una fecha que coincide con la aparición de Homo erectus. Una especie humana primitiva cuyo cráneo era un 50% mayor y cuya pelvis y caja torácica eran menores que la de sus ancestros.

Lo que viene a significar un cerebro más voluminoso, un abdomen menor y dientes de menor tamaño. Unos cambios de los más interesantes.

Bueno pues ya ven la lección de hoy, somos humanos porque aprendimos a cocinar. Claro que en otra ocasión les conté que somos humanos porque tenemos culo.

Sí. Sé que suena raro. Pero lo cierto es que guardan relación ambos sucedidos. Es más, ambos fueron imprescindibles.


1 comentario :

Jordi Botella de Maglia dijo...

Hola Carlos:

Los promotores de la alimentación crudívora suelen defender esta opción alegando que:

1) Los alimentos crudos nos alimentan más. Es decir, a igual cantidad de comida, la comida no cocinada posee más nutrientes porque al cocinar –en concreto al superar los 45ºC– los alimentos empiezan a perder sus nutrientes rápidamente. Tal es así que por lo visto los alimentos que ingerimos actualmente han perdido entre un 75 a 85 % de sus nutrientes debido a nuestra forma de cocinarlos. Mi incipiente experiencia en este terreno es que necesito menos cantidad de comida y a la vez me siento mucho más saciado, más fuerte y mucho más sano.
2) Los alimentos crudos los digerimos mejor. Por lo visto, cuando cocinamos los alimentos, junto a los nutrientes quemamos también encimas que nos ayudarían a digerir los alimentos. Al comer comida cocinada nuestro cuerpo se fe forzado a producir las encimas necesarias para digerir los alimentos. Esto provocaría forzar nuestro organismo y hacer digestiones más largas. Mi experiencia es que comiendo vegetales crudos las digestiones son muy ligeras, sorprendentemente ligeras, incluso aunque te des un atracón de ellos.
3) La alimentación vegetariana y crudívora a base de verduras, raíces, frutas, frutos secos, legumbres y granos se adapta mejor a la forma en que nuestro organismo se nutre.
4) La alimentación vegetariana y crudívora a base de verduras, raíces, frutas, frutos secos, legumbres y granos se adapta mejor a la manera en que históricamente, durante millones de años, nos hemos alimentado.

Me gustaría saber tu opinión, a la luz de la ciencia, de estos cuatro aspectos.

Muchas gracias