jueves, 16 de diciembre de 2010

Kronos, siempre Kronos (y II)

(Continuación) Es un tiempo en el que, como por paradoja, coexisten de forma real el pasado y el futuro, pero no, en cambio, el presente.
Es muy probable que, todo lo que pensamos y vivimos, tenga significado para nosotros, por el mero hecho de que forma parte de nuestros recuerdos y experiencias (pasado).

También, quizás, porque constituya las esperanzas, anhelos y temores que abrigamos (futuro).
Y frente a todo esto, el momento presente se contrae hasta convertirse en un punto casi trivial. Ya se lo dije.
Dos clases de tiempo. Tiempo objetivo
Pero hay otro tipo de tiempo opuesto al anterior, que llamamos objetivo. Es el de los físicos, el de los astrónomos. Y su característica más esencial es la uniformidad de su discurrir, la constancia de su paso, el periódico valor de sus medidas.
Les decía opuesto porque, lo único real en este tipo de tiempo, es el momento presente. La fugacidad del instante que, en forma de punto, no reconoce sentido alguno ni al pasado ni al futuro.
Es el mismo tiempo que, según dicen, midió Galileo Galilei con el pulso de su muñeca cuando decidió determinar el periodo de oscilación de algo que colgaba.

Y por supuesto es el que marcan nuestros relojes analógicos o digitales electrónicos, con pequeños números que se iluminan en la oscuridad.
Parece evidente que ambas clases de tiempo, el objetivo y el subjetivo, el físico y el psicológico, se refieren a estados de cosas esencialmente distintos. Y que por tanto son conceptos que no deberíamos mezclar, si no queremos causar confusionismo o inducir a conclusiones erróneas.
No. No está acertado J. L. Borges cuando nos dice que el tiempo es la sustancia de la que está hecho.

Tampoco el clásico al afirmar que el tiempo no se mide con el reloj, sino con el aburrimiento.

No sé. Al menos yo no lo veo así.
Entonces, ¿qué es el tiempo?

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