(Continuación) Y ya de la que va, aprovecho para mencionar también el descubrimiento por parte de Antonio de Ulloa, de la sustancia simple que conocemos con el nombre de platino, y de fórmula química Pt(s).
Este metal es uno de tres (3), junto a wolframio, W(s) y vanadio, V(s) que han sido descubiertos por españoles.
Un curioso apunte de carácter cuantitativo, que bien merece ser traído a estos predios blogueros, más que nada por lo que de recuerdos escolares, puede tener para algunos esa imagen del poster colgado en la pared del laboratorio con la Tabla Periódica de Elementos Químicos.
¿O era de sustancias simples químicas? ¿Es lo mismo un elemento químico, que un átomo, que una sustancia simple química? ¿Cuántos y cuántas hay de cada? ¿Cuáles aparecen en el susodicho sistema periódico del laboratorio?
Y cómo dejar fuera de este resumen de exploraciones a Charles Darwin (1809-1882) y la trascendental expedición alrededor del mundo que, como naturalista, emprendió a bordo del HMS Beagle, entre 1831 y 1836.
Ésa que le permitió confirmar empíricamente, una idea que le costó años de intuición, observación e investigación: la teoría de la evolución y el mecanismo de la selección natural.
Una expedición, la del Beagle, en la que recoge muestras de plantas y animales que, a su entender, son evidencias/pruebas que ratifican su hipótesis sobre el evolucionismo.
Y sobre la que reflexiona durante veintitrés (23) años más hasta que, en 1859, la publica en su libro de largo título: ‘El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida’.
Es el primer escrito razonado y razonable sobre el evolucionismo, donde se argumenta de forma extensa, aunque simple y adecuada para cualquier lector no especialista, cómo es posible que todos los organismos, animales y vegetales, evolucionen de forma gradual, por medio del mecanismo de la selección natural.
Una idea muy, muy, revolucionaria para una época, en la que estaban vigentes otras tan opuestas como el creacionismo y el catastrofismo. Vade retro.
Y las misiones espaciales
Y acabo donde empecé, en las misiones espaciales. En la fruta de la discordia periodística. No creo que haya nadie, al menos así lo quiero pensar, que a estas alturas del siglo XXI ignore lo que la ciencia y tecnología de vanguardia, le debe a las exploraciones espaciales. Y hago aquí un inciso.
Una felicitación al equipo humano del recién estrenado programa de divulgación científica ‘Órbita Laika’, en La 2 de Televisión española. Ya conocen la máxima, divulga que algo queda. Cierro el inciso.
Lo que les decía de la influencia que la ciencia y tecnología de vanguardia le deben a las exploraciones espaciales Desde el móvil que está sonando ahora mismo a mi lado, mientras me enfrento al teclado del portátil intentando poner negro sobre blanco lo que pienso de este asunto.
Desde este importante, casi imprescindible e inevitable ámbito de las telecomunicaciones, hasta el no menos importante y necesario de la medicina, con el papel que jugó y juega en el desarrollo de técnicas médicas como: las resonancias, ecografías, diálisis, telemedicina, etcétera.
Y por qué no, en el hogar, con muchos de los electrodomésticos que se encuentran en ellos. Lo digo por lo de la “lavadora espacial” del señor Simón que, aunque expresado en tono irónico, tiene mucho de letra cierta.
Por decirlo de alguna forma más coloquial, no son pocos los inventos que “nos han caído del cielo”, ya me entienden.
Mire usted por donde, sin comerlo ni beberlo, ya tenemos aquí otro enroque: ¿Qué inventos de los que hoy disfrutamos, proceden de la investigación espacial? (Continuará)
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