(Continuación) Durante todo el día hacían su vida normal, anotando por dónde iban o dónde permanecían durante un tiempo, a la vez que portaban un medidor de intensidad de radiación (potencia por unidad de superficie).
Un modelo en concreto de una alta sensibilidad y, quizás, el de mayor precisión del mercado actual.
También llevaban encima un dispositivo GPS, con el que después se podía establecer su trayectoria diaria y tener así una información espacio-temporal en el mapa.
Resultados numéricos del estudio
Y el análisis de estos datos muestra una verdad tozuda.
Para empezar, el noventa por ciento (90%) de los registros se encontraba entre quinientas (500) y diez mil (10 000) veces, por debajo del límite legal. Y ninguno de los valores máximos obtenidos superó nunca, los límites legales.
Y cuando digo nunca, es porque nunca lo hicieron. Ni en ningún momento, ni en ninguna banda.
Por concretarles algo más, les diré que las ondas FM de la radio, que son las que emiten la radiación media más alta, mostraron un valor de cero coma cero, cero, cero, un vatio por metro cuadrado (0,000 1 W/m2).
Una cuantía que se encuentran unas mil (1000) veces por debajo del límite legal.
En lo que concierne a las diferentes bandas de telefonía, éstas se encuentran entre cero coma cero, cero, cero, cero, cuatro y cero coma cero, cero, cero, cero, uno, tres, cero, cuatro vatio por metro cuadrado (0,000 04 - 0,000 013 04 W/m2).
Es decir aún más bajas que las anteriores y, por ende, menos peligrosas para nuestra salud.
Por ponerles un ejemplo que les aproxime la realidad de estos números se podría decir que, a tenor de estos resultados, en promedio y por banda de frecuencia, la radiación media recibida por las ondas de telefonía es la equivalente a la que recibiríamos de una bombilla de incandescencia de cien vatios (100 W), que estuviera a un kilómetro (1 km) de distancia de nosotros.
Vamos, algo insignificante como peligro cierto para nuestra salud. Insignificante digo, por no decir otra cosa.
Por otro lado, y dado que la densidad de antenas de una localidad, guarda relación directa con la densidad de población de la misma, resulta que estos resultados los podemos extrapolar, sin apenas margen de error, a cualquier otra ciudad.
A cualquier otra ciudad, por grande que ésta sea. Pongamos que hablo de Madrid. O de la manzanera Nueva York.
Éste es el valor de la prueba científica. La única pista que hay que seguir. Nos lo dice incluso el poeta:
¿Tú verdad? No, la verdad;
y ven conmigo a buscarla.
La tuya guárdatela.
(Continuará)
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