A mi entender, las razones de esta persistencia no son muy diferentes de las de otras falacias o falsos mitos.
Sin ánimo de ser exhaustivo, ni intención de agotar el tema, para mí que van desde las periódicas y sensacionalistas apariciones en los distintos medios de comunicación, hasta el uso y abuso que hacen las pseudociencias para su propio beneficio.
Pasando por, no debemos olvidarnos de ella, la propia percepción que los humanos tenemos de los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor y la forma que tenemos de interpretarlos.
Todas ellas colaboran a favor de obra, ya que actúan en el mismo sentido.
Como advierte Arribas, “hay un interés en decir que el wifi es dañino para vender falsas curaciones. A eso se suma que la ignorancia es muy atrevida”.
Para prevenir a continuación, “La pseudociencia se apodera del dolor de la gente para engañarla y estafarla”.
Y apuntar en una dirección bien diferente, “... se buscan falsos y grandes enemigos cuando, por ejemplo, está claro que la contaminación atmosférica y el tabaco sí causan esas enfermedades”.
O sea, que queriendo o sin querer, y sea cual sea su intención, se equivocan de enemigo.
La ciencia y el valor de sus pruebas demuestran que, la causa de ciertas enfermedades de la población, no es la actividad de las radiaciones electromagnéticas, sino el tabaco y la contaminación atmosférica.
Si me lo permiten, tengo para mí que esto tiene la misma pinta de pifia que la de, no hace mucho sucedió con, los hornos de microondas, ¿recuerdan?
El peligroso peligro del microondas
Sin entrar en detalles, hubo un tiempo bastante reciente en el que se decía que los hornos microondas, podían perjudicar gravemente nuestra salud. Sí, no es un error tipográfico.Los mismos aparatos que tenemos en nuestras cocinas y usamos a diario para calentar, un poner que dijo el clásico, el café.
Es decir que no hace mucho -en 1947 salía al mercado el primer horno comercial- ya había personas que temían por su salud si calentaban la comida en ese, por aquel entonces, nuevo electrodoméstico.
Quizás pensaban que el café o la leche, además de calentada saldría radiactiva. Y eso suena muy mal, a qué negarlo.
Es la parte mala de un cuento que tiene otra parte, y ésta es buena. Resulta que es incierto lo del peligro radiactivo, como la ciencia y el paso del tiempo han demostrado
Superadas las primeras inquietudes, de forma masiva ha sido aceptado el calentamiento por rozamiento (el que se produce en el horno de microondas) como parte de nuestra vida cotidiana. Lógico.
Nadie sensato le presta más atención a su funcionamiento y consecuencias, salvo la natural de estar pendiente de los minutos de calentamiento, a efectos de que no te hierva la leche, se derrame y te deje el interior como unos zorros.
Y claro, ya que la realidad se muestra tozuda y no pueden ser las de microondas, pues a ver si pueden ser las de radiofrecuencias. Sabido es que “cuando el diablo no tiene qué hacer, mata (o espanta) moscas con el rabo”.
Eso al menos dice el refranero.
Y de ondas electromagnéticas al tren de vapor
Porque han de saber que no siempre han sido las ondas, en puridad las radiaciones mecánicas o electromagnéticas, las que han traído de cabeza a algunos. Aunque les cueste trabajo aceptarlo, por un tiempo, el peligro tecnológico vino de la mano del ferrocarril.O bien dicho de sus ruedas, de la “alta velocidad” que por aquel entonces desarrollaba este sistema de transporte, y que llegó a ser calificada como “máquina diabólica”.
Como lo están leyendo, el tren un artefacto del diablo.
Sí, sin duda “algo huele a podrido en Dinamarca”, que nos dejó escrito el hijo de la Gran Bretaña. Qué cosas, Señor.
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