El significado del tatuaje, como el de cualquier otra actividad humana, es una cuestión de moda. Depende del dónde y del cuándo lo realicemos.
Es decir que está en función de la cultura en la que se manifieste el fenómeno y del momento que elijamos para interpretarlo.
Visto así, el hombre ha utilizado el tatuaje por varios motivos.
Tanto como arte, en la línea de creación de significados rituales o simbólicos, como ocurría en el Antiguo Egipto. Como para marcar o señalar a esclavos y criminales, que es el caso de las antiguas Grecia y Roma.
Pasando a continuación por largo etcétera, en el que podemos incluir hasta ciertos y supuestos fines terapéuticos, como algunos científicos piensan de las marcas encontradas en el Hombre de Hielo.
Por su posición en el cuerpo, son de la opinión que pudieron ser practicadas a modo de primitiva acupuntura.
No sé qué decirles sobre esto último. Quizás sea algo atrevido el pensamiento, pero podría ser.
Unos seiscientos años antes de nuestra era, en Japón, los tatuajes ya eran utilizados como un castigo militar. Una huella indeleble en el cuerpo, por una mancha imborrable en su carrera.
Y durante el Imperio Romano fue una práctica habitual para marcar a criminales, sacrílegos y esclavos. Una forma rápida de reconocerlos, que empezó a ser abandonada con la extensión del cristianismo en el Imperio y el posterior decreto, emitido por el emperador Constantino, en contra de su realización.
Claro que también formaba parte de un rito de iniciación mágico-religioso entre los tailandeses.
Más tarde, con el descubrimiento del Nuevo Mundo, supimos que un dibujo curvilíneo sobre la cara de los jefes guerreros maoríes los identificaban como unos aguerridos luchadores en las batallas.
Mientras que aquí, en Europa, el tatuaje era un estigma que se imponía en la frente de ladrones y prostitutas, en la época del código negro francés del siglo XVIII.
Ya ven la dualidad existencial, una especie de yin y yang en versión tatuajística.
Fue precisamente a finales del XVIII, cuando esta técnica es reintroducida en nuestro continente por los expedicionarios ingleses mandados por el navegante, explorador y cartógrafo británico James Cook (1728-1779), a su vuelta de la Polinesia.
Es posible que en esta circunstancia histórica y geográfica, radique la conocida asociación entre tatuajes, marineros y gente de malvivir. No olvidemos que los marineros, en muchos casos, eran hombres que se embarcaban durante largos períodos de tiempo, a fin de evitar a la justicia.
Pero bueno, no se puede generalizar. Nunca es bueno.
El tatuaje no siempre ha representado una marca de culpabilidad del tatuado. Y su práctica no siempre ha quedado confinada a los bajos fondos y la marginalidad. Se lo ejemplifico.
Durante años, más de un miembro de la realeza británica solía volver tatuado de sus expediciones por los Mares del Sur. O sea. Y no sólo británica. Don Juan de Borbón (1913-1993), abuelo de Felipe VI actual Rey de España, llevaba su antebrazo derecho tatuado. Un dragón en sepia que lució toda su vida. Un tatuaje egregio.
Un recuerdo de su estancia en la marina inglesa. O sea que. Sin duda, y ateniéndonos a estos casos expuestos, el significado del tatuaje estaba empezando a trascender.
Pasó a ser una práctica común en otros cuerpos del Ejército; de nuevo volvió a las cárceles; se introdujo en los circos ambulantes y llegó hasta las mismas calles, donde empezaron a ser populares, tanto en Europa como en los EE UU, a lo largo del siglo XIX. (Continuará)
Pasando a continuación por largo etcétera, en el que podemos incluir hasta ciertos y supuestos fines terapéuticos, como algunos científicos piensan de las marcas encontradas en el Hombre de Hielo.
Por su posición en el cuerpo, son de la opinión que pudieron ser practicadas a modo de primitiva acupuntura.
No sé qué decirles sobre esto último. Quizás sea algo atrevido el pensamiento, pero podría ser.
Algunos significados del pasado
No, no se preocupe. No pienso hacerle una exposición de todos ellos. A lo sumo un breve barrido, a vuela pluma, y en orden más o menos cronológico. Empiezo el prontuario.Unos seiscientos años antes de nuestra era, en Japón, los tatuajes ya eran utilizados como un castigo militar. Una huella indeleble en el cuerpo, por una mancha imborrable en su carrera.
Y durante el Imperio Romano fue una práctica habitual para marcar a criminales, sacrílegos y esclavos. Una forma rápida de reconocerlos, que empezó a ser abandonada con la extensión del cristianismo en el Imperio y el posterior decreto, emitido por el emperador Constantino, en contra de su realización.
Claro que también formaba parte de un rito de iniciación mágico-religioso entre los tailandeses.
Más tarde, con el descubrimiento del Nuevo Mundo, supimos que un dibujo curvilíneo sobre la cara de los jefes guerreros maoríes los identificaban como unos aguerridos luchadores en las batallas.
Mientras que aquí, en Europa, el tatuaje era un estigma que se imponía en la frente de ladrones y prostitutas, en la época del código negro francés del siglo XVIII.
Ya ven la dualidad existencial, una especie de yin y yang en versión tatuajística.
Fue precisamente a finales del XVIII, cuando esta técnica es reintroducida en nuestro continente por los expedicionarios ingleses mandados por el navegante, explorador y cartógrafo británico James Cook (1728-1779), a su vuelta de la Polinesia.
Es posible que en esta circunstancia histórica y geográfica, radique la conocida asociación entre tatuajes, marineros y gente de malvivir. No olvidemos que los marineros, en muchos casos, eran hombres que se embarcaban durante largos períodos de tiempo, a fin de evitar a la justicia.
Pero bueno, no se puede generalizar. Nunca es bueno.
El tatuaje no siempre ha representado una marca de culpabilidad del tatuado. Y su práctica no siempre ha quedado confinada a los bajos fondos y la marginalidad. Se lo ejemplifico.
Durante años, más de un miembro de la realeza británica solía volver tatuado de sus expediciones por los Mares del Sur. O sea. Y no sólo británica. Don Juan de Borbón (1913-1993), abuelo de Felipe VI actual Rey de España, llevaba su antebrazo derecho tatuado. Un dragón en sepia que lució toda su vida. Un tatuaje egregio.
Un recuerdo de su estancia en la marina inglesa. O sea que. Sin duda, y ateniéndonos a estos casos expuestos, el significado del tatuaje estaba empezando a trascender.
Otros significados, ahora del presente
Y de la marinería, el tatuaje, ya en su versión moderna, renació de sus cenizas.Pasó a ser una práctica común en otros cuerpos del Ejército; de nuevo volvió a las cárceles; se introdujo en los circos ambulantes y llegó hasta las mismas calles, donde empezaron a ser populares, tanto en Europa como en los EE UU, a lo largo del siglo XIX. (Continuará)
No hay comentarios :
Publicar un comentario