domingo, 17 de agosto de 2014

Origen del tatuaje (1)


No es menor el seguimiento que la categoría de Tatuajes científicos tiene en EnroquedeCiencia, ciento cuarenta y siete (147) entradas, y algo hemos escrito sobre la posibilidad de eliminar las modificaciones que, en el color de la piel, producimos cuando sobre ella se crea un dibujo, una figura o un texto.

Una práctica artística la del tatuaje (¿es en realidad un Arte?) que muchos, sobre todo los jóvenes, podrían pensar que es reciente. Y nada más lejos de la realidad.

Por lo que sabemos bien pudo empezar hace miles de años, quizás más de cinco mil (5000), aunque eso sí, ignoramos dónde y cómo pudieron nuestros antepasados descubrir el proceso del tatuaje.


De hecho tampoco sabemos con certeza de dónde deriva el término.

Orígenes de la palabra tatuaje
En lo que respecta al etimológico su raíz es incierta y, como suele ocurrir en otros casos, sin ir más lejos el del australiano canguro, incluso podría ser fruto de un error de interpretación.

Es probable que derive de la palabra ‘ta’ del polinesio “golpear”, o del samoano ‘tatau’ nombre de la antigua práctica de tatuar, mediante el golpeteo de un hueso contra otro sobre la piel, con el consiguiente sonido “tau-tau”.

Y que los primeros marineros que viajaron por el océano Pacífico a lo largo de los siglos XVIII y XIX, quedaran fascinados por los tatuajes de los samoanos y tradujeran equivocadamente la palabra tatau.

Ya les dije, algo parecido a lo que ocurrió con el nombre del canguro gris. Cuyo origen, una conocida leyenda afirma provenir de una peculiar situación.

Resulta que al preguntarle los exploradores europeos a los aborígenes australianos, el nombre de tan peculiar animal, ellos contestaron que ‘kan ghu ru’.

De ahí que, el 4 de agosto de 1770, el navegante, explorador y cartógrafo británico James Cook (1728-1779) escribiera por primera vez la palabra ‘kangaroo’, en alusión al animal.

Hasta aquí normal, sin diferencia entre la historia y la leyenda del término. La discrepancia surge cuando, según esta última, lo que en realidad los aborígenes contestaron con el tal ‘kan ghu ru’ no fue el nombre del animal, sino un socorrido “no te entiendo”.

Aunque simpática, hasta donde he leído, por suerte o por desgracia la leyenda carece de todo fundamento.

En realidad, el origen autóctono de la palabra está perfectamente documentado. Pero esa es otra historia. (Continuará)




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