Aunque el primer factor físico importante, a la hora de dar un beso, es que tenga lugar en el ambiente adecuado, y es por tanto
externo a nosotros, existe en nuestro cuerpo toda una compleja maquinaria
funcionando durante este acto en apariencia tan simple.
Empezando por los ojos. Resulta que, aún antes de que los labios se encuentren, nuestro cuerpo ya está trabajando.
Según un estudio
de Arthur Aron de la Universidad de
Nueva York -en el que hacía que parejas se miraran fijamente durante cuatro
minutos (4 min)- mirar a los ojos a una potencial pareja, no solo estimula el
acercamiento, sino que impacta directamente en el hecho enamorarse.
Una cuestión
curiosa porque, es entonces cuando alineamos
nuestras cabezas. La mayoría la inclinamos hacia la derecha, como hacen los
lactantes cuando maman y los fetos en el útero.
En la cabeza, la
boca es la parte más móvil del
cuerpo y un beso apasionado activa, nada menos, que treinta y cuatro (34) músculos mientras que un beso en la
mejilla, sólo activa doce (12) músculos faciales.
No olvidemos que
boca y lengua son coordinadas por
una compleja red de músculos. Una lengua cuyas papilas gustativas nos permiten decidir si nos gusta el ‘sabor’ de
la otra persona.
Por su parte los
labios, gracias a sus numerosas terminaciones nerviosas, es la parte
del cuerpo que más información envía al cerebro.
Tanta que un leve estímulo en ellos activa una parte del cerebro mayor que un estímulo sexual genital.
No hay duda de que no es poca la
ciencia que tiene un beso. Y no queda aquí la cosa.
Está el asunto de los besos rojos. Entiendan. Esos besos que se dan en o con los labios rojos ¿Qué tiene que ver el color rojo y los labios?
Está el asunto de los besos rojos. Entiendan. Esos besos que se dan en o con los labios rojos ¿Qué tiene que ver el color rojo y los labios?
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