En nuestro ya clásico y periódico paseo científico por la ciudad de Sevilla, hoy llegamos a la avenida Marie Curie. Por si no cae ahora mismo por dónde anda, le sitúo.
Es donde se encuentra la bola bioclimática de la Expo 92, allá en la Cartuja ¿Situado? Pues entonces continuamos.
Denominada durante la exposición como Avenida de las Palmeras, venía a simbolizar el nacimiento de un nuevo mundo y su aspecto, la verdad es que era impresionante.
A ello contribuían sus plazas ajardinadas y las zonas de descanso con gran profusión de agua, vegetación y estructuras textiles de sombra.
Y por supuesto la gran esfera de agua de 22 m de diámetro situada a 6 m del suelo. Sin duda era una avenida de la que uno podía sentirse bien orgulloso.
Sin embargo el tiempo pasa y hoy día, 19 años después, su descuidado aspecto deja bastante que desear.
Un municipal descuido que la tiene “algo olvidadita” al decir del poeta malagueño.
Ya no hace justicia a la talla personal y científica de quien es titular.
Nada menos que Marie Curie, la madre de la Física Nuclear.
Una mujer excepcional que supo ser esposa, científica, madre y amante. Una rara avis que fue pionera en casi todo con lo que soñó. No les exagero. Juzguen ustedes.
Marie fue la primera mujer en obtener el Doctorado en Física por la Sorbona. La primera en conseguirlo de toda Europa.
Al recibir, por sus investigaciones en radiactividad natural, el Premio Nobel de Física en 1903, fue también la primera mujer en alcanzar tal galardón científico.
Más tarde, al ocupar su cátedra en la Sorbona, Marie se convirtió, de nuevo, en la primera mujer que formó parte de un claustro universitario.
También es la primera en ser invitada al selecto Congreso Solvay. Un reconocimiento científico al alcance de muy, muy, pocos hombres.
No les digo nada si se trata de una mujer. De hecho es la única por ahora.
Cuando recibió su segundo Premio Nobel, ahora de Química en 1911, pasó a ser, no ya la primera mujer en obtenerlos (cosa que ya se habrá imaginado), sino la primera persona en recibir dos de estos galardones.
Y sí. Claro. También es la única mujer en tenerlos.
En la actualidad sus restos reposan, junto con los de su esposo, en el exclusivista Panteón de los Hombres Ilustres en París.
El “sancta sanctorum” de los hombres más insignes de Francia: Víctor Hugo, Voltaire, Rousseau, Zola, etcétera. No les digo más.
Pues ahí lo tienen. Entre todos ellos, ella. Una mujer. De nuevo será la primera que alcanza tal honor, por méritos propios.
Seguro que han llevado las cuentas. Hasta por seis veces, Marie Curie, es la primera mujer en la historia en conseguir un logro científico.
Pero no uno cualquiera. No. Los seis, cualquiera de ellos, están al alcance de muy pocos hombres. Increíble, pero cierto.
Sin duda alguna Marie Curie fue una mujer excepcional. Y se trata de una de las mayores Hacedoras de la Ciencia.
Por eso les decía lo del mal estado de conservación de “su avenida sevillana”. No le hace justicia ni a ella ni a Sevilla.
No en vano Marie simboliza, ella sola, la conmemoración del 2011, Año Internacional de la Química y el año de la mujer química.
Para mí no hay duda de que fue en su esposa en quien se inspiró Pierre Curie al escribir: “Hay que hacer de la vida un sueño y de un sueño la realidad”.
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