Hace unos días recibí un correo de Roberto, un antiguo alumno de física. Quería preguntarme si es cierto que se puede comprar y poner el nombre que uno quiera a una estrella.
Y ya de entrada me confesaba que a él le parecía “casi a ciencia cierta, una estafa”. Pero que no estaba seguro.
Por lo que me contaba, su hermano lo había visto en Internet y le preguntó si no sería una estafa. El caso es que le había gustado la idea y, de ser cierto, quería hacerle ese regalo a su novia.
De ahí que Roberto, como buen hermano, antes de la darle una respuesta, me pusiera el correo.
No me negarán que la entrada de hoy no es buena.
Sin cuestionar que la idea de regalar una estrella con su nombre a la persona amada, resulta de lo más romántico, no debemos olvidar que somos seres racionales y, como tal, debemos actuar. Veámoslo desde diferentes perspectivas.
Desde la lógica
Un mínimo de sentido común nos dice que no nos debemos dejar engañar. El mero hecho de decir que uno va a comprar una estrella, si se para un momento a pensarlo, es una situación absurda cuando no ridícula.
Sencillamente las estrellas no son de nadie y, por tanto, nadie las puede vender. No se puede comprar lo que no es de nadie. No tiene sentido.
Y quien dice las estrellas dice cualquier cuerpo celeste: cúmulos, galaxias, etcétera.
El cielo que vemos y el Universo entero no es de la Humanidad. Y cuando digo Humanidad, me refiero a nosotros.
Pero es muy probable que “no estemos solos”. Que haya otras “humanidades”
Como bien saben, en nuestra Vía Láctea puede haber millones de estrellas con planetas, cuyos posibles habitantes tendrían el mismo, o bien pensado quizás más, derecho que nosotros a vender/comprar/nombrar “sus” estrellas.
Es una simple cuestión de distancia y probabilidad.
En definitiva. No. No me parece una buena idea la del hermano de Roberto.
Si yo fuera él, y a mi novia le atrajera el cielo, lo primero que le regalaría sería una romántica cena a la luz de una, a ser posible, Luna llena. Vamos. Sin dudarlo un instante. Dónde va a parar.
Por suerte la belleza del cielo nocturno no está en venta y su disfrute no tiene coste alguno. Ocurre lo mismo que con el amor verdadero. Ya saben, ni se compra ni se vende.
Y después, si ella mostrara más interés por la bóveda celeste, lo segundo que haría es regalarle un buen libro de astronomía.
Y para la siguiente ocasión, si ella siguiera mostrando interés, le compraría un buen telescopio, con el que poder ver juntos las estrellas.
Y para la siguiente ocasión, si ella siguiera mostrando interés, le compraría un buen telescopio, con el que poder ver juntos las estrellas.
Ya me entienden. Es sabido es que estas actividades nocturnas compartidas, son de las que más unen.
Y ya de la que va, de camino, podríamos ponerle el nombre que quisiéramos a la estrella que nos apeteciera.
Entre los dos. Y sin que nadie nos cobre por ello. No haga el panoli con estos pseudovendedores de estrellas.
Desde el conocimiento
Descartada la idea de comprar una estrella por ilógica, se podría pensar que el hecho de ponerle nombre sí podría ser factible. Y por supuesto que lo es.
De hecho cualquiera puede hacerlo cuando quiera. Sólo que ese nombre no sería el oficial y reconocido.
La única organización reconocida internacionalmente para nombrar a los cuerpos celestes, así como a los accidentes en sus superficies, es la UAI (Unión Astronómica Internacional).
Es ella, desde su fundación en 1919, la encargada de fijar los criterios para racionalizar la nomenclatura de los objetos del cielo. (Continuará)
4 comentarios :
muy clarificadora la entrada. Hay mucho ingenuo por ahí
No me gustaría comprar una estrella, son de todos y de nadie, pero sí me gustaría que una de ellas llevara el nombre de mi único hijo que acaba de morir en un accidente aéreo con 24 años y en plenitud vital.
Uno no muere mientras se le recurde,el recuerdo es la única manera de vencer a la muerte ¿Quién lo recordará después de que desaparezcan sus padres?
Quizá una estrella con su nombre fuese una manera de mantener su estela, su paso por este mundo
Me parece muy bonito ponerle un nombre a una estrella, para una pareja o para un hijo/hija.
Yo le regale una estrella a mi mujer por nuestro aniversario y le encanto
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