domingo, 8 de agosto de 2010

Padres negros, hija blanca (y III)


(Continuación) De pasada les comento que la ciencia, en cuanto a las manchas, no tiene ninguna dificultad en considerarlas como angiomas.

Pequeñas transformaciones de la sangre que fluye por la zona superficial de la piel. Están llenas de melanina -de ahí su color oscuro , y son benignas.

Hasta aquí lo que sabe la ciencia.


Otro asunto es lo que se cuenta por los mentideros de la sabiduría popular, acerca de los antojos insatisfechos. Algunos muy graciosos como “El antojo del maniquí”.

El antojo del maniquí
Un sucedido muy curioso que dicen que le aconteció, hace ya unos cuantos años, a un médico de Barcelona, y relacionado con los antojos.

En este caso un antojo muy particular. Más o menos fue así.

Una señora se presentó en la consulta de este médico, diciéndole que estaba embarazada, pero que el hijo que esperaba podría no ser de su marido, sino de otro hombre que de raza negra.

Su situación era muy embarazosa y venía en busca de un consejo. Después de pensar durante unos minutos el doctor le preguntó:

- Señora, ¿conoce usted la calle XXXXXXXX?

- Sí, doctor.

- ¿Conoce la tienda de ropas de niño que tiene en su escaparate un maniquí de un bebé muy grande, negro y con un reloj es su estómago?

- Sí.

- Pues cuando salga con su marido, procure siempre pasar por allí y fijarse en él, en el maniquí negro, de forma que su esposo se dé cuenta de ello.

Así lo hizo la señora, que no desaprovechó oportunidad para pasar y detenerse con su marido en dicha tienda, cada vez que pudo. Hasta que llegó el día, nació la criatura y el doctor con cara de circunstancia fue a buscarlo y le dijo:

- Enhorabuena, es un varón ... pero ... ¡negro!

-Ya me lo temía -dijo el marido-; el dichoso escaparate. Pero, dígame, doctor, no llevará un reloj en la barriga, ¿verdad?

Aunque en clave de humor, creo que se trata de un buen ejemplo para describir la credulidad, y considerar que un crédulo es alguien que asume, fácilmente, un hecho como verdad.

Sin exigir demasiadas garantías a la realidad que debe soportarla.

Si la felicidad del entendimiento se funda en el saber, no hay duda que sólo un idiota puede ser totalmente feliz.

1 comentario :

rosa dijo...

es muy gracioso