Por lo que sabemos, el ajedrez es uno de los juegos más antañones que se conocen.
Con muchos siglos de existencia, son muchas más las leyendas relacionadas con él y con su origen. Una de éstas, es la que les voy a referir hoy.
Cuentan que el ajedrez fue inventado en la India, por un sabio de nombre Zeta. Dicen también que orgulloso, se lo presentó al monarca Sheram, que quedó maravillado con él. Bueno. Maravillado es poco.
Tal fue su admiración, que le ofreció al sabio, pero pobre, el premio que quisiera. Cualquiera.
El que fuera, ya que él era muy rico. Qué maravilla de juego, repetía una y otra vez el monarca.
Tras pensarlo unos días (hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar), Zeta, le pidió trigo. Le dijo que pusiera un (1) grano en la primera casilla del tablero, dos (2) granos en la segunda casilla, cuatro (4) granos en la tercera, ocho (8) granos en la cuarta, dieciseis (16) en la quinta, treinta y dos (32) en la sexta y así sucesivamente.
Siempre doblando la cantidad de la casilla anterior, hasta llegar a la sesenta y cuatro (64).
Sin pensarlo un segundo, Sheram, le respondió que estaba ofendido y que no le pensaba regalar eso.
Se trataba de un regalo insignificante para un monarca como él. Casi un menosprecio a su real agradecimiento.
De manera que estuvo varios días preguntándole por otro regalo que quisiera. Le insistía en que no fuera tonto y que eligiera un regalo mucho más valioso.
Pero fue en vano. Zeta siguió pidiendo lo mismo. Él bien sabía que, de tonto, no tenía ni un pelo.
Más tarde, pero no mucho más, el monarca supo quién era el tonto. También comprendió que un hombre puede ser tonto de remate, incluso hasta, diez minutos al día. Pero no más.
Y la auténtica sabiduría consistía en no sobrepasar ese límite.
Pero como les contaba, al final se tuvo que dar por vencido y mandar que le entregaran, de forma inmediata, tan pequeña, para él, cantidad de trigo.
Dicen que, al oír la orden, Zeta sonrió de forma disimulada ¿Cuál fue la razón? Y de otra parte ¿Es cierta la leyenda?
Porque lo que realmente interesa, eso sí se sabe, es ¿porqué sonrió Zeta?
Pues por la simple razón de que sabía lo que iba pasar.
Era de catón y habría sorpresas. Para empezar, la entrega no sería tan inmediata como el monarca quería.
Primero porque tardarían mucho más de lo que pensaban, en calcular cuántos granos tendrían que darle. Segundo porque se retrasarían más de lo que imaginaban, al tener que contar tal cantidad de granos.
Y todo para que, en los Amenes del asunto, darse cuenta que no podrían entregársela.
Era palmario que no habría suficiente trigo en todo el reino. Pero ni en todo el reino, ni en toda la Tierra.
Ni aunque se pudieran plantar las tierras de todos los mares y océanos desecados. No. No habría.
Se trataba de una cifra astronómica. De modo que el soberano no podría cumplir su generosa promesa.
Por eso se sonreía el sabio. (Continuará)
Con muchos siglos de existencia, son muchas más las leyendas relacionadas con él y con su origen. Una de éstas, es la que les voy a referir hoy.
Cuentan que el ajedrez fue inventado en la India, por un sabio de nombre Zeta. Dicen también que orgulloso, se lo presentó al monarca Sheram, que quedó maravillado con él. Bueno. Maravillado es poco.
Tal fue su admiración, que le ofreció al sabio, pero pobre, el premio que quisiera. Cualquiera.
El que fuera, ya que él era muy rico. Qué maravilla de juego, repetía una y otra vez el monarca.
Tras pensarlo unos días (hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar), Zeta, le pidió trigo. Le dijo que pusiera un (1) grano en la primera casilla del tablero, dos (2) granos en la segunda casilla, cuatro (4) granos en la tercera, ocho (8) granos en la cuarta, dieciseis (16) en la quinta, treinta y dos (32) en la sexta y así sucesivamente.
Siempre doblando la cantidad de la casilla anterior, hasta llegar a la sesenta y cuatro (64).
Sin pensarlo un segundo, Sheram, le respondió que estaba ofendido y que no le pensaba regalar eso.
Se trataba de un regalo insignificante para un monarca como él. Casi un menosprecio a su real agradecimiento.
De manera que estuvo varios días preguntándole por otro regalo que quisiera. Le insistía en que no fuera tonto y que eligiera un regalo mucho más valioso.
Pero fue en vano. Zeta siguió pidiendo lo mismo. Él bien sabía que, de tonto, no tenía ni un pelo.
Más tarde, pero no mucho más, el monarca supo quién era el tonto. También comprendió que un hombre puede ser tonto de remate, incluso hasta, diez minutos al día. Pero no más.
Y la auténtica sabiduría consistía en no sobrepasar ese límite.
Pero como les contaba, al final se tuvo que dar por vencido y mandar que le entregaran, de forma inmediata, tan pequeña, para él, cantidad de trigo.
Dicen que, al oír la orden, Zeta sonrió de forma disimulada ¿Cuál fue la razón? Y de otra parte ¿Es cierta la leyenda?
Echando números
De la leyenda, la verdad es que les puedo decir más bien poco. No se sabe nada de ella. Puede que sea cierta. O puede que no. Tampoco es que importe.Porque lo que realmente interesa, eso sí se sabe, es ¿porqué sonrió Zeta?
Pues por la simple razón de que sabía lo que iba pasar.
Era de catón y habría sorpresas. Para empezar, la entrega no sería tan inmediata como el monarca quería.
Primero porque tardarían mucho más de lo que pensaban, en calcular cuántos granos tendrían que darle. Segundo porque se retrasarían más de lo que imaginaban, al tener que contar tal cantidad de granos.
Y todo para que, en los Amenes del asunto, darse cuenta que no podrían entregársela.
Era palmario que no habría suficiente trigo en todo el reino. Pero ni en todo el reino, ni en toda la Tierra.
Ni aunque se pudieran plantar las tierras de todos los mares y océanos desecados. No. No habría.
Se trataba de una cifra astronómica. De modo que el soberano no podría cumplir su generosa promesa.
Por eso se sonreía el sabio. (Continuará)
1 comentario :
estas historias mitad cuento mitad ciencia me gustan
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