(Continuación) Por eso muchas de sus leyendas están asociadas a hechos bélicos históricos.
Como la famosa historia protagonizada por Alfonso VI, rey de Castilla y León, que en 1087 sitió la ciudad mora de Sevilla, donde reinaba el rey Al Mutamid.
Viéndose perdido, y en su deseo de salvarla, ofreció al sitiador un magnifico juego de ajedrez de ébano y sándalo y lo desafió a una partida.
Las condiciones eran que jugaría por él su favorito Ibn Ammar, que el ganador se quedaría con tablero y piezas, y que el perdedor tendría, además, que concederle un deseo.
Eso es pasión por el ajedrez y lo demás una milonga carioca.
Como saben, el rey Alfonso aceptó el reto y perdió la partida. Fue derrotado. Y cumplió con lo pactado. Pero no del todo.
Que como habrán adivinado fue el deseo que le pidió Al-Mutamid. Que la respetase.
Las leyendas gustan porque lo que cuentan, siempre tienen una carga poética.
Como la de jugarse los destinos de toda una ciudad, a una sola partida de ajedrez. Si eso no es poesía…
Pero no por ello perdió la batalla el rey Alfonso. Por lo que sabemos, ante la derrota ajedrecista, el rey cambió de estrategia.
No atacaría, que fue lo prometido, pero tampoco levantaría el sitio.
Que puede parecer que es igual pero, si lo piensa, no es lo mismo. Entre ambas actitudes hay una diferencia.
De hecho la ciudad continuó sitiada y el asedio no se levantó hasta que Al-Mutamid, pagó un cuantioso tributo a Alfonso VI. La realidad siempre es más prosaica que la ficción.
Es lo que tiene la prosa frente a la poesía.
Ya que va de Sevilla, ahora recuerdo que la vida de Al-Mutamid inspiró una obra a Blas Infante, el que está considerado padre el andalucismo. O eso dicen. La obra lleva por título ‘Motamid, último rey de Sevilla’.
Y para acabar con esta doblemente enrocada entrada, por el continente y por el contenido, una precisión a la etimología del mismo término enroque.
De hecho es de los persas, de su terminología bélica, de quienes hemos heredado muchos nombres y términos familiares del ajedrez.
Por ejemplo los infantes persas eran los "piyadah" o peones. Y el carro, hoy torre, se llamaba "rukh", que es el origen de la palabra roque, con la que a veces se denomina a la torre.
Y de ahí el término enroque que nos ocupa.
En persa la expresión "Shah mat" significa "el rey está perdido", y de ahí nuestro jaque mate.
Ya saben, ese momento crítico en el que rey de uno de los jugadores no puede escapar a la captura y pierde la partida.
Como pueden ver la situación de jaque mate ajedrecista evoca los antiguos usos de la guerra, cuando un rey capturado, por el que se podía pedir rescate, valía más que muerto.
Qué tiempos.
Como la famosa historia protagonizada por Alfonso VI, rey de Castilla y León, que en 1087 sitió la ciudad mora de Sevilla, donde reinaba el rey Al Mutamid.
Viéndose perdido, y en su deseo de salvarla, ofreció al sitiador un magnifico juego de ajedrez de ébano y sándalo y lo desafió a una partida.
Las condiciones eran que jugaría por él su favorito Ibn Ammar, que el ganador se quedaría con tablero y piezas, y que el perdedor tendría, además, que concederle un deseo.
Eso es pasión por el ajedrez y lo demás una milonga carioca.
Como saben, el rey Alfonso aceptó el reto y perdió la partida. Fue derrotado. Y cumplió con lo pactado. Pero no del todo.
Otras leyendas
Según cuentan se quedó con el tablero a pesar de haber perdido. Un real capricho. Aunque como perdedor cumplió y no atacó la ciudad.Que como habrán adivinado fue el deseo que le pidió Al-Mutamid. Que la respetase.
Las leyendas gustan porque lo que cuentan, siempre tienen una carga poética.
Como la de jugarse los destinos de toda una ciudad, a una sola partida de ajedrez. Si eso no es poesía…
Pero no por ello perdió la batalla el rey Alfonso. Por lo que sabemos, ante la derrota ajedrecista, el rey cambió de estrategia.
No atacaría, que fue lo prometido, pero tampoco levantaría el sitio.
Que puede parecer que es igual pero, si lo piensa, no es lo mismo. Entre ambas actitudes hay una diferencia.
De hecho la ciudad continuó sitiada y el asedio no se levantó hasta que Al-Mutamid, pagó un cuantioso tributo a Alfonso VI. La realidad siempre es más prosaica que la ficción.
Es lo que tiene la prosa frente a la poesía.
Ya que va de Sevilla, ahora recuerdo que la vida de Al-Mutamid inspiró una obra a Blas Infante, el que está considerado padre el andalucismo. O eso dicen. La obra lleva por título ‘Motamid, último rey de Sevilla’.
Y para acabar con esta doblemente enrocada entrada, por el continente y por el contenido, una precisión a la etimología del mismo término enroque.
¿Por qué se dice enroque?
Todo apunta a que, de la India, el ajedrez pasó a la vecina Persia (Irán). Un país donde se hizo muy popular y en muy poco tiempo.De hecho es de los persas, de su terminología bélica, de quienes hemos heredado muchos nombres y términos familiares del ajedrez.
Por ejemplo los infantes persas eran los "piyadah" o peones. Y el carro, hoy torre, se llamaba "rukh", que es el origen de la palabra roque, con la que a veces se denomina a la torre.
Y de ahí el término enroque que nos ocupa.
En persa la expresión "Shah mat" significa "el rey está perdido", y de ahí nuestro jaque mate.
Ya saben, ese momento crítico en el que rey de uno de los jugadores no puede escapar a la captura y pierde la partida.
Como pueden ver la situación de jaque mate ajedrecista evoca los antiguos usos de la guerra, cuando un rey capturado, por el que se podía pedir rescate, valía más que muerto.
Qué tiempos.
1 comentario :
me gusta como escribes
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