(Continuación) Ignoro hasta qué generación se han remontado en el estudio.
Pero, considerando que el gen dominante en ambos sería el de raza negra, no es extrañar que una posible mezcla hubiera pasado desapercibida hasta que nació la nena.
Lo que descartaría la hipótesis de la mutación desconocida. Es la conocida e ineludible Navaja de Occam.
No obstante, esta entrada me ha retrotraído a una historia que leí hace unos años. No es que tenga que ver con la de hoy. Bueno. O sí. Vaya usted a saber. Juzguen ustedes mismos.
Va de antojos de embarazadas y de credulidad humana. Creo que encaja. Les pongo antes en situación.
Si una mujer encinta desea comer algo y no lo obtiene, corre el peligro de que la criatura nazca con la imagen de lo que deseaba comer, impresa en alguna parte de su cuerpo
¿Verdad o mentira? ¿Qué hay de cierto en ello?
Pues como suele ocurrir, toda leyenda guarda una parte de fantasía y otra de realidad.
Pero no debemos pasar por alto que no todas las embarazadas manifiestan estas apetencias.
No siempre las mujeres en estado tienen antojos. Estar embarazada no lleva como síntoma seguro mostrar apetencias.
Sin embargo, la ciencia nos dice que durante la gestación el cuerpo de la mujer vive importantes transformaciones.
Uno de ellos, un descenso de la cantidad de glucemia en sangre. Lo que motiva que la embarazada sienta la necesidad de compensar ese estado comiendo alimentos dulces. Desde toda la gama de bollería hasta las frutas.
También justifica la existencia de los deseos de las embarazadas la bajada de ácido clorhídrico, HCl (dis), que se produce en el estómago de algunas gestantes. El resultado es la preferencia por tomar comidas ácidas como los tomates, ensaladas con mucho vinagre.
La segunda parte de la credulidad asegura que si no se satisface, de forma inmediata, ese deseo de comer, el bebé nacerá con una mancha en la piel en forma del alimento que no se ha llegado a ingerir.
Y sí que es verdad que ciertas personas nacen con una marca pigmentada en la piel, de color más oscuro que el resto de la epidermis; es una mancha con forma, por lo general, de frutas.
De ahí que la tradición popular diga, que son el resultado del apetito insatisfecho que tuvo la madre por comer esas frutas durante el embarazo.
A mí lo que me resulta un poco sospechoso es que, la mancha, siempre tenga una forma más o menos informe y, por tanto, fácil de asociar con un fruto.
Si es parecido a un círculo se podrá decir que el antojo es de ciruela, naranja, manzana o cualquier otra fruta del estilo. Si es ovalada, pues igual, que si una pera, una fresa, etcétera.
Pero, ¿por qué las manchas no tienen una forma más definida?
Por ejemplo de corte de helado, o de espárrago, o de plátano o de cucurucho, digamos, de pistacho.
¿No les parece raro que ninguna sea así? (Continuará)
Pero, considerando que el gen dominante en ambos sería el de raza negra, no es extrañar que una posible mezcla hubiera pasado desapercibida hasta que nació la nena.
Lo que descartaría la hipótesis de la mutación desconocida. Es la conocida e ineludible Navaja de Occam.
No obstante, esta entrada me ha retrotraído a una historia que leí hace unos años. No es que tenga que ver con la de hoy. Bueno. O sí. Vaya usted a saber. Juzguen ustedes mismos.
Va de antojos de embarazadas y de credulidad humana. Creo que encaja. Les pongo antes en situación.
Antojos de embarazadas y credulidad
Los antojos de las embarazadas son una más de esas credulidades populares que se admiten como ciertas por la sencilla razón de que “lo sabe todo el mundo”.Si una mujer encinta desea comer algo y no lo obtiene, corre el peligro de que la criatura nazca con la imagen de lo que deseaba comer, impresa en alguna parte de su cuerpo
¿Verdad o mentira? ¿Qué hay de cierto en ello?
Pues como suele ocurrir, toda leyenda guarda una parte de fantasía y otra de realidad.
Lo que dice la ciencia
Respecto a la primera parte de esta credulidad, según la cual las embarazadas, en general, muestran unos deseos irrefrenables de comer determinados alimentos -alimentos que antes de la gestación no sólo no probaban sino que incluso aborrecían-, es un hecho innegable.Pero no debemos pasar por alto que no todas las embarazadas manifiestan estas apetencias.
No siempre las mujeres en estado tienen antojos. Estar embarazada no lleva como síntoma seguro mostrar apetencias.
Sin embargo, la ciencia nos dice que durante la gestación el cuerpo de la mujer vive importantes transformaciones.
Uno de ellos, un descenso de la cantidad de glucemia en sangre. Lo que motiva que la embarazada sienta la necesidad de compensar ese estado comiendo alimentos dulces. Desde toda la gama de bollería hasta las frutas.
También justifica la existencia de los deseos de las embarazadas la bajada de ácido clorhídrico, HCl (dis), que se produce en el estómago de algunas gestantes. El resultado es la preferencia por tomar comidas ácidas como los tomates, ensaladas con mucho vinagre.
La segunda parte de la credulidad asegura que si no se satisface, de forma inmediata, ese deseo de comer, el bebé nacerá con una mancha en la piel en forma del alimento que no se ha llegado a ingerir.
Y sí que es verdad que ciertas personas nacen con una marca pigmentada en la piel, de color más oscuro que el resto de la epidermis; es una mancha con forma, por lo general, de frutas.
De ahí que la tradición popular diga, que son el resultado del apetito insatisfecho que tuvo la madre por comer esas frutas durante el embarazo.
A mí lo que me resulta un poco sospechoso es que, la mancha, siempre tenga una forma más o menos informe y, por tanto, fácil de asociar con un fruto.
Si es parecido a un círculo se podrá decir que el antojo es de ciruela, naranja, manzana o cualquier otra fruta del estilo. Si es ovalada, pues igual, que si una pera, una fresa, etcétera.
Pero, ¿por qué las manchas no tienen una forma más definida?
Por ejemplo de corte de helado, o de espárrago, o de plátano o de cucurucho, digamos, de pistacho.
¿No les parece raro que ninguna sea así? (Continuará)
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