Todos sabemos que la Policía no es tonta.
Y que si en la escena de un crimen encuentra una colilla, sus pensamientos no se detienen en deducir que alguien fumó allí.
Ella va más lejos.
Por ejemplo, del análisis de su boquilla puede llegar a obtener el ADN del fumador y, quién sabe si, identificarlo como el presunto criminal.
Pues bien, gracias a unos investigadores de la Universidad de Sevilla, se ha dado una vuelta de tuerca más, en esa lucha contra el crimen y la búsqueda de la verdad, que las fuerzas del orden tienen como misión.
Según un reciente trabajo publicado en la importante revista Forensic Science Internacional, ya se puede identificar también, la marca de un cigarrillo, sólo a través de los rastros de cenizas encontrados.
No. No les estoy hablando de magia. Sólo de tecnología.
Dos campos del conocimiento humano, magia y tecnología, que están más cerca de lo que parece a simple vista.
Y lo están aunque no tengan nada en común. Que no lo tienen. Pero sabido es que los extremos se tocan.
Algo que tenía muy claro A. C. Clarke cuando, en la más popular y citada de sus leyes, la Tercera ley de Clarke, nos dice:
“Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Y que lo diga maestro.
Por ejemplo, cuando en ‘Estudio en escarlata’, explica que “sus ojos pueden distinguir de una ojeada la ceniza de cualquier marca conocida de cigarro o de tabaco de pipa”.
Claro que eso es ciencia-ficción.
En la vida real ningún ser humano ha podido, puede o lo podrá hacer. Nunca.
Estarán conmigo en que se hace muy difícil de entender, que una persona pueda, por las meras propiedades físicas detectables a simple vista de unas cenizas, diferenciar una marca de tabaco de otra.
Sencillamente el margen de error será siempre demasiado grande, como para que el método sea fiable y, por tanto, científicamente admisible.
Pero alguien dijo en algún momento: “Nunca digas nunca jamás”. Y es verdad.
Otra cosa bien distinta es de lo que les hablo hoy. Del uso de la ciencia y la tecnología para realizarlo.
No ya por sus importantes implicaciones forenses, que las tiene, sino porque la técnica ha sido desarrollada aquí. En Sevilla. Lo que me encanta.
Y además en ella ha intervenido un viejo conocido de la facultad. Lo que me llena de satisfacción.
Perdonen que se lo cuente, pero es que soy muy dado a esto. Qué quieren. (Continuará)
Y que si en la escena de un crimen encuentra una colilla, sus pensamientos no se detienen en deducir que alguien fumó allí.
Ella va más lejos.
Por ejemplo, del análisis de su boquilla puede llegar a obtener el ADN del fumador y, quién sabe si, identificarlo como el presunto criminal.
Pues bien, gracias a unos investigadores de la Universidad de Sevilla, se ha dado una vuelta de tuerca más, en esa lucha contra el crimen y la búsqueda de la verdad, que las fuerzas del orden tienen como misión.
Según un reciente trabajo publicado en la importante revista Forensic Science Internacional, ya se puede identificar también, la marca de un cigarrillo, sólo a través de los rastros de cenizas encontrados.
No. No les estoy hablando de magia. Sólo de tecnología.
Dos campos del conocimiento humano, magia y tecnología, que están más cerca de lo que parece a simple vista.
Y lo están aunque no tengan nada en común. Que no lo tienen. Pero sabido es que los extremos se tocan.
Algo que tenía muy claro A. C. Clarke cuando, en la más popular y citada de sus leyes, la Tercera ley de Clarke, nos dice:
“Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Y que lo diga maestro.
Un antecedente literario
Esta capacidad para reconocer una clase de tabaco, a partir de los rastros de cenizas encontrados de su cigarrillo, es algo de lo que ya se jactaba el detective Sherlock Holmes.Por ejemplo, cuando en ‘Estudio en escarlata’, explica que “sus ojos pueden distinguir de una ojeada la ceniza de cualquier marca conocida de cigarro o de tabaco de pipa”.
Claro que eso es ciencia-ficción.
En la vida real ningún ser humano ha podido, puede o lo podrá hacer. Nunca.
Estarán conmigo en que se hace muy difícil de entender, que una persona pueda, por las meras propiedades físicas detectables a simple vista de unas cenizas, diferenciar una marca de tabaco de otra.
Sencillamente el margen de error será siempre demasiado grande, como para que el método sea fiable y, por tanto, científicamente admisible.
Pero alguien dijo en algún momento: “Nunca digas nunca jamás”. Y es verdad.
Otra cosa bien distinta es de lo que les hablo hoy. Del uso de la ciencia y la tecnología para realizarlo.
Cenizas delatoras
La noticia que les traigo me gusta.No ya por sus importantes implicaciones forenses, que las tiene, sino porque la técnica ha sido desarrollada aquí. En Sevilla. Lo que me encanta.
Y además en ella ha intervenido un viejo conocido de la facultad. Lo que me llena de satisfacción.
Perdonen que se lo cuente, pero es que soy muy dado a esto. Qué quieren. (Continuará)
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