jueves, 15 de julio de 2010

Acerca de la estupidez y el Mundial de Futbol (II)

(Continuación) Porque ese tiempo lo necesitamos para saber qué es lo que dice el informe científico, que la NASA ha publicado al respecto de la aerodinámica de la pelota.

Ésa sí es la Ciencia del Jabulani.

Jabulani y NASA
Un estudio que confirma, de forma contundente, lo que estaba bien a la vista de todos: el balón hace extraños en el aire.

Además de ponerle nombre, lo han denominado efecto nudillo ('knuckle' en inglés), adelanta dos posibles factores o causas. Uno intrínseco al propio balón y el otro extrínseco.

El primero de ellos es la poca cantidad de materia o masa del balón, unos 440 g. Una circunstancia que posibilita el hecho de que, al ser golpeado con violencia, la dirección que tome, varíe de forma totalmente aleatoria durante su vuelo.

Dicha variación se empieza a producir cuando la velocidad es superior a los 72 km/h o lo que es lo mismo 20 m/s.

El segundo factor al que apunta el informe es ajeno a la propia pelota. Resulta que el efecto nudillo se ve potenciado por la ubicación, por las coordenadas geográficas, de las ciudades sudafricanas en las que se juegan los partidos.


Sobre todo por la altitud, ya que casi todas se encuentran por encima de los 1.000 metros sobre el nivel del mar. Y la composición atmosférica sabemos que varía con ésta y, a su vez, influye en la aerodinámica de los cuerpos.

Leo que el balón volverá a ser examinado, por encargo de la FIFA, después del Mundial. No sé yo si, para entonces, le importará a alguien saber las razones.

Porque estaremos todos concordes en que lo lógico hubiera sido, estudiar la pieza futbolera antes de la competición y no después.

Pero en fin, nunca es tarde si la dicha es buena. Ya veremos.

TID
Lo que ya está visto es el doble disparate científico, publicado en prensa por un par de ingenieros españoles, Arturo Rodríguez y Gabriel Barceló, para, supuestamente, explicar el extraño efecto del Jabulani.

Según Barceló, también físico, el comportamiento no tiene nada de extraño. En realidad es fácilmente explicable, dentro de un nuevo marco interpretativoo no newtoniano, inventado precisamente por él. Lo ha denominado Teoría de las Interacciones Dinámicas (TID).

Es decir que el modelo de la mecánica clásica, el newtoniano, el que sigue poniendo naves en el espacio ése, mire usted por donde, es erróneo. Y el correcto es el suyo, el de su TID. Ahí. Con un par.

Lo digo porque, a esta hipótesis, Barceló lleva ya más de veinte años dándole vuelta. Y aún no ha conseguido que le publiquen un sólo artículo.

Ni uno en alguna revista de prestigio. De esas que confirman lo que van a publicar, con una revisión por pares.

Un mal asunto para un científico que se precie.

Y no es esto lo peor. Porque Barceló, tampoco ha podido aportar ninguna prueba científica que confirme su hipótesis.

O sea que no tiene nada. Ni desarrollo teórico, ni pruebas empíricas.

Sencillamente, está vendiendo humo.

Y ahí es donde entra en escena el segundo ingeniero.

Quien afirma que, el sorprendente comportamiento del balón no puede explicarse por el conocido efecto Magnus.

Recordemos de éste que se trata de un conocido y comprobado fenómeno físico, que justifica la trayectoria de un objeto cuando se desplaza rotando a través de un fluido, y en particular, del aire.

Pues bien, según Rodriguez, lo del efecto nudillo de la NASA, es un error. Lo que en realidad hace a este balón diferente de otros es su estructura interna. Lo que tiene dentro.

Vendría a ser una nueva variable, no controlada por la Física, a la que él ahora llama "Física ortodoxa".

Por desgracia este señor no dice nada más. O sea. Que no aporta ni una sola prueba de lo que afirma.

Lo que no le impide apostillar que la ciencia y su modelo físico-matemático, aceptado y más que comprobado hasta el momento, no es correcto.

¿Cuál entonces? Se preguntará usted. Pues el que se está imaginando. El del compañero Barceló, claro.

Bueno pues aquí los tienen. "Dos nuevos Galileos" para el siglo XXI. Como si con uno no hubiéramos tenido ya bastante.

¿Pueden, no obstante, tener razón? Se podría pregunta usted. Y haría más que bien.

Pues en mi modesta opinión, ¡No! (Continuará)

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