Todo comenzó cuando la calurosa tarde del 24 de junio de 1859, el ginebrino Jean Dunant llegaba a Solferino, un pueblo del norte de Italia.
Iba allí para cerrar un negocio sobre los derechos de uso del agua con el emperador Napoleón III. O al menos eso es lo que él esperaba.
Sin embargo el destino que le aguardaba era muy diferente.
En las afueras del pueblo estaba a punto de librarse una brutal y cruenta batalla entre los ejércitos de Francia y Cerdeña, liderados por Napoleón III, y el de Austria que resultó vencido.
Más de 100 000 soldados se enfrentaron, de los que cerca de 30 000, y otros tantos de heridos, quedaron abandonados en el campo de batalla, casi sin recibir ayuda ni atención sanitaria.
Ése fue el cuadro que presenció Dunant, que tuvo claro lo que debía hacer. Pasó de ser un pasivo observador a convertirse en protagonista activo.
Interrumpió su viaje de negocio y se apresuró a crear, con la ayuda de la gente del pueblo, un hospital de campaña en las inmediaciones del pueblo. Ni se lo pensó.
He aquí que el improvisado campamento hospitalario de Solferino se convirtió en el primer hospital de la Cruz Roja en el mundo.
Lo hicieron sin tener en cuenta sus nacionalidades. Todos los heridos eran atendidos con el mismo celo: franceses, árabes, italianos, austriacos, eslavos, alemanes. Todos por igual.
Como decían las mujeres mientras les cuidaban, 'sono tutti fratelli'. Todos somos hermanos.
Y así es hoy. Como ayer lo fue.
Sin discriminación por motivos raciales, de nacionalidad o de pertenencia a uno u otro ejército.
El principio básico sigue siendo el mismo. Un enemigo caído ya no es un enemigo. Un soldado herido no tiene nacionalidad.
Escribió por su cuenta un libro sobre lo que vivió. Lo tituló 'Memorias de Solferino' y la verdad es que no esperaba mucho de él. Aunque planteaba ideas tan importantes como: "Cuidar de los heridos en tiempo de guerra por medio de voluntarios entusiastas y dedicados, perfectamente cualificados para su trabajo".
Sin duda la plasmación y concreción de esa idea fue el germen del que nacería la Cruz Roja.
Por otro lado, y aparte del libro, Dunant se reunió con cuatro amigos. Querían elaborar unas posibles reglas de guerra encaminadas a aliviar el sufrimiento bélico.
Después fundaron un comité de ayuda a las víctimas. Y por último una organización que cuidara a los heridos de guerra.
Ésta estableció la protección absoluta contra ataques, tanto para los hospitales como para el personal médico que estuviese tratando a los heridos.
También dispuso que los soldados heridos debían de ser tratados de forma igualitaria. Y bueno, así un sinfín de ideas benefactoras.
Y estos ideales humanitarios pronto recabaron apoyos. El libro se convirtió en un best seller y su organización humanitaria, en un éxito mundial.
Ya en 1864, sólo cinco años después de la batalla, un total de 16 países firmaban la primera Convención de Ginebra. Con ella nacía la cruz roja sobre fondo blanco como símbolo de la ayuda humanitaria.
Tras la convención, otros muchos pasos se han dado hasta el actual Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna.
En la actualidad el Movimiento Internacional es global. Está presente en 186 países y cuenta con 125 millones de miembros.
Un cambio importante y para bien. También han cambiado sus retos.
En Solferino sólo hubo una baja civil, mientras que ahora se estima que el 90% de las víctimas de guerra son civiles.
Tampoco tuvo que pensar entonces Dunant en los detenidos políticos. Y hoy ya ven. Ya se sabe, a tiempos diferentes, retos distintos.
Hoy sus acciones van encaminadas a: combatir la miseria, atender a los ancianos, visitar presos, explicar a los guerrilleros las normas de la Convención de Ginebra, ofrecer socorro a las víctimas de catástrofes, y un largo etcétera.
Pero los principios básicos siguen siendo los mismos que hace 150 años. Y lo que empezó como un hospital de campaña, hoy es la mayor organización humanitaria. Por eso no son pocos los que piensan que Henri Dunant fue un visionario.
Yo estoy totalmente de acuerdo. Y me parece magnífico que le concedieran el primer Premio Nobel de la Paz en 1901.
Por eso me molesta que a Obama también le hayan otorgado el Premio Nobel de la Paz 2009.
La verdad es que el del presidente estadounidense no resiste la comparación. Qué quieren que les diga.
Iba allí para cerrar un negocio sobre los derechos de uso del agua con el emperador Napoleón III. O al menos eso es lo que él esperaba.
Sin embargo el destino que le aguardaba era muy diferente.
En las afueras del pueblo estaba a punto de librarse una brutal y cruenta batalla entre los ejércitos de Francia y Cerdeña, liderados por Napoleón III, y el de Austria que resultó vencido.
Más de 100 000 soldados se enfrentaron, de los que cerca de 30 000, y otros tantos de heridos, quedaron abandonados en el campo de batalla, casi sin recibir ayuda ni atención sanitaria.
Ése fue el cuadro que presenció Dunant, que tuvo claro lo que debía hacer. Pasó de ser un pasivo observador a convertirse en protagonista activo.
Interrumpió su viaje de negocio y se apresuró a crear, con la ayuda de la gente del pueblo, un hospital de campaña en las inmediaciones del pueblo. Ni se lo pensó.
He aquí que el improvisado campamento hospitalario de Solferino se convirtió en el primer hospital de la Cruz Roja en el mundo.
'Tutti fratelli'
De este hecho se han cumplido este año su sesquicentenario. Y como en cualquier hospital de la Cruz Roja de hoy, en el de Solferino se atendieron a todos los contendientes de ambos bandos.Lo hicieron sin tener en cuenta sus nacionalidades. Todos los heridos eran atendidos con el mismo celo: franceses, árabes, italianos, austriacos, eslavos, alemanes. Todos por igual.
Como decían las mujeres mientras les cuidaban, 'sono tutti fratelli'. Todos somos hermanos.
Y así es hoy. Como ayer lo fue.
Sin discriminación por motivos raciales, de nacionalidad o de pertenencia a uno u otro ejército.
El principio básico sigue siendo el mismo. Un enemigo caído ya no es un enemigo. Un soldado herido no tiene nacionalidad.
Unos comienzos modestos pero ambiciosos
De vuelta a Suiza, Dunant, horrorizado por la experiencia vivida, se propuso poner todo de su parte, para paliar el sufrimiento que produce el horror de la guerra.Escribió por su cuenta un libro sobre lo que vivió. Lo tituló 'Memorias de Solferino' y la verdad es que no esperaba mucho de él. Aunque planteaba ideas tan importantes como: "Cuidar de los heridos en tiempo de guerra por medio de voluntarios entusiastas y dedicados, perfectamente cualificados para su trabajo".
Sin duda la plasmación y concreción de esa idea fue el germen del que nacería la Cruz Roja.
Por otro lado, y aparte del libro, Dunant se reunió con cuatro amigos. Querían elaborar unas posibles reglas de guerra encaminadas a aliviar el sufrimiento bélico.
Después fundaron un comité de ayuda a las víctimas. Y por último una organización que cuidara a los heridos de guerra.
Ésta estableció la protección absoluta contra ataques, tanto para los hospitales como para el personal médico que estuviese tratando a los heridos.
También dispuso que los soldados heridos debían de ser tratados de forma igualitaria. Y bueno, así un sinfín de ideas benefactoras.
Y estos ideales humanitarios pronto recabaron apoyos. El libro se convirtió en un best seller y su organización humanitaria, en un éxito mundial.
Ya en 1864, sólo cinco años después de la batalla, un total de 16 países firmaban la primera Convención de Ginebra. Con ella nacía la cruz roja sobre fondo blanco como símbolo de la ayuda humanitaria.
Tras la convención, otros muchos pasos se han dado hasta el actual Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna.
Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna
En la actualidad el Movimiento Internacional es global. Está presente en 186 países y cuenta con 125 millones de miembros.
Un cambio importante y para bien. También han cambiado sus retos.
En Solferino sólo hubo una baja civil, mientras que ahora se estima que el 90% de las víctimas de guerra son civiles.
Tampoco tuvo que pensar entonces Dunant en los detenidos políticos. Y hoy ya ven. Ya se sabe, a tiempos diferentes, retos distintos.
Hoy sus acciones van encaminadas a: combatir la miseria, atender a los ancianos, visitar presos, explicar a los guerrilleros las normas de la Convención de Ginebra, ofrecer socorro a las víctimas de catástrofes, y un largo etcétera.
Pero los principios básicos siguen siendo los mismos que hace 150 años. Y lo que empezó como un hospital de campaña, hoy es la mayor organización humanitaria. Por eso no son pocos los que piensan que Henri Dunant fue un visionario.
Yo estoy totalmente de acuerdo. Y me parece magnífico que le concedieran el primer Premio Nobel de la Paz en 1901.
Por eso me molesta que a Obama también le hayan otorgado el Premio Nobel de la Paz 2009.
La verdad es que el del presidente estadounidense no resiste la comparación. Qué quieren que les diga.
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