martes, 23 de junio de 2009

Gauss, los extraterrestres y el teorema de Pitágoras

(Continuación) Ya desde los comienzos del siglo XIX, el hombre ha mostrado inquietud por comunicarse con las posibles civilizaciones extraterrestres.

Y no faltaban ideas basadas, sobre todo, en el uso de la luz como método de comunicación.

Pero aún faltaba un poco de tiempo para el empleo de la electricidad y las ondas de radio, por lo que había que adaptarse.

Por eso, una de las propuestas fue la de escarbar una trinchera de 20 millas en el Sahara, llenarla de queroseno y prenderle fuego.

Según sus autores, la luz de las llamas sería visible, mediante telescopio, por una posible civilización marciana o selenita. No está mal.

Gauss también pensó algo al respecto. Hacia 1820 especuló que si vivían selenitas y eran inteligentes, había que demostrarles que nosotros también lo éramos. Y ni corto ni perezoso propuso que se modificaran el aspecto de algunos bosques de pino de Siberia.

Se formarían tres cuadrados que delimitaran un triángulo rectángulo. Una demostración visual del conocido Teorema de Pitágoras.

Una prueba gráfica, para cualquier civilización avanzada con conocimientos de geometría y trigonometría, de que en nuestro planeta azul existía una civilización inteligente.

Un triángulo pitagórico con su ángulo recto, era la señal de su inteligencia.

Es curioso que, aproximadamente un siglo después, el escritor Pierre Boulle utilizara esta misma idea como muestra de inteligencia.

Lo hizo en su conocida novela "El planeta de los simios", y la utilizó Ulises Mérou, el protagonista humano al querer mostrar su inteligencia a la chimpancé Zira.

Gauss, un hombre distraído y enamorado

Para acabar con este anecdotado gaussiano les referiré algo de su vida privada. En 1805 se casó con Johanna Ostoff quien por desgracia no gozaba de buena salud.

Desde finales de 1807, su delicado estado hacía que el médico acudiera a visitarla cada día. Y mientras la atendía, Gauss deambulaba por la casa triste y preocupado.

Uno de estos días, al entrar en su despacho, sus ojos se posaron en una de las investigaciones, que por entonces estaba desarrollando. Y poco a poco se fue centrando en ella hasta quedar absorto.

Tanto que cuando el doctor se acercó para comunicarle que su esposa se estaba muriendo, por lo que convendría que fuera al dormitorio, no se le ocurrió otra cosa que decirle con gesto despreocupado: “Sí, sí, pero pídale que espere un momento hasta que acabe con esto”.

Un hombre distraído.

Por suerte no se produjo el desenlace fatal, y en 1809 tuvieron un tercer hijo tras cuyo nacimiento su esposa murió.

A pesar de que quedó destrozado por la pérdida, se casó con una amiga íntima de su primera mujer, con quien tuvo otros tres hijos. Es ley de vida.

Sin embargo Gauss siempre quiso a su primera mujer. Análisis químicos realizados a ciertas manchas que aparecen en algunas cartas escritas por él y donde hablaba de su primera esposa, han demostrado que son lágrimas vertidas por propio Gauss.

Un hombre enamorado.

2 comentarios :

Javier dijo...

Me han gustado estos artículos sobre Gauss.

¿Qué hay de darwin?

un evolucionista dijo...

No va a escribir sobre Darwin, parece mentira