El último domingo de marzo por la mañana hice, me imagino, lo que todos.
Puse buena parte de los relojes en hora. No hay más remedio. Ya saben. A la fuerza ahorcan.
Es el domingo de marra en el que cambiamos al horario de verano. Lo que implica lo consabido: en la península, a las 2:00 de la madrugada eran las 3:00. Es decir que adelantamos el reloj.
En las Islas Canarias lo mismo, sólo que a la 1:00 eran ya las 2:00. El caso es que, lo haga donde lo haga, fue un día que sólo duró 23 horas.
Las manecillas se ajustarán de nuevo el último domingo de octubre, fecha en la que se retomará el horario de invierno. Y ese día sucederá lo contrario.
Tendrá 25 horas porque, a las 3:00 de la madrugada serán las 2:00 en la península. O sea que atrasamos el reloj. Y en las Islas Canarias lo mismo: a las 2:00 serán la 1:00.
El argumento principal para dicho cambio es el de aprovechar mejor la luz solar, alargando las horas de luz por las tardes y así ahorrar energía en iluminación.
Lo que está bien pero a mí, qué quieren que les diga, me suscita alguna que otra pregunta: ¿Desde cuándo existe esta iniciativa? ¿Ahorra de verdad energía? ¿Tiene algún que efecto perjudicial sobre los humanos? ¿Compensa el cambio de hora?
Bien. Empecemos.
Si bien desde 1981 se aplica como directiva europea, con renovaciones cada cuatro años y, desde 1974, se trata de una norma instaurada como consecuencia de la crisis del petróleo.
En realidad los antecedentes del cambio horario hay que buscarlos en los primeros años del siglo XX.
En España, por ejemplo, ocurrió por primera vez en 1918, pero con el objetivo principal de ahorrar carbón.
Durante los siguientes años también hubo modificaciones horarias, pero no tenían continuidad anual sino que eran intermitentes. Y así, desde 1950 hasta 1973 se abandonó esta práctica.
Pero el germen de la idea se remonta a unos años antes. En concreto doscientos veinticinco (225). O sea 1784. Cuando el polifacético Benjamin Franklin, siendo embajador de EEUU en Francia, envió una carta al diario Le Journal de París en la que proponía algunas medidas para el ahorro energético. En concreto tres.
1) Crear unos impuestos a modo de gravamen, para aquellas personas cuyas contraventanas impidiesen la entrada de luz a sus habitaciones, mientras el Sol estuviese en el horizonte.
2) Regular mediante una ley el consumo de cera y velas.
3) Hacer repicar las campanas de la iglesia al amanecer para que todo el mundo se levantase a la misma hora.
Es sabido que: "Acostarse y levantarse temprano hacen al hombre saludable, rico y sabio".
Sin embargo, y a pesar de su sensatez, lo cierto es que las propuestas, en un principio, no se tomaron en serio. Pero he aquí que un nuevo avance tecnológico, hizo que se pensara en ellas.
Comenzaban los primeros intentos de iluminación con gas, y su alto coste y peligrosidad hizo plantearse estas medidas preventivas. Y hasta hoy.
Ésa es una controvertida pregunta que lleva años en liza ¿Hasta qué punto se ahorra energía? De entrada hay que aclarar que la respuesta depende. Está en función de la situación geográfica de los países y del tiempo de luz solar diario que tengan.
Es decir, que no afecta de igual manera en el sur de España que en el norte de Suecia, por ponerles un ejemplo. Pero en general, y desde el punto de vista cualitativo, el cambio horario es positivo. Tiene argumentos a su favor. Les refiero algunos:
Uno. Las personas podrían estar más tiempo al sol y por lo tanto, aprovecharse de sus efectos beneficiosos, como la asimilación de vitamina D; realizar más actividades de ocio al aire libre o practicar deporte en la calle.
Dos. Sería una forma de reducir el estrés y de combatir la vida sedentaria y la obesidad.
Tres. Por estas mismas razones, el sector de ocio y turismo saldría ganando con la adopción del horario de verano.
Cuatro. Por otro lado también está el beneficio psicológico que, en términos de seguridad, supone volver a casa cuando todavía es de día, sobre todo en las personas mayores o en los niños.
Cinco. Incluso, el posible efecto perjudicial de formación de ozono, que podía aumentar al exponerse los contaminantes de los coches una hora más a la luz solar, se vio que era insignificante tanto para las personas como para la agricultura.
A resultas. Visto así, interesa cambiar de hora. (Continuará)
Tendrá 25 horas porque, a las 3:00 de la madrugada serán las 2:00 en la península. O sea que atrasamos el reloj. Y en las Islas Canarias lo mismo: a las 2:00 serán la 1:00.
El argumento principal para dicho cambio es el de aprovechar mejor la luz solar, alargando las horas de luz por las tardes y así ahorrar energía en iluminación.
Lo que está bien pero a mí, qué quieren que les diga, me suscita alguna que otra pregunta: ¿Desde cuándo existe esta iniciativa? ¿Ahorra de verdad energía? ¿Tiene algún que efecto perjudicial sobre los humanos? ¿Compensa el cambio de hora?
Bien. Empecemos.
Orígenes
En España el cambio de hora se encuentra regulado en nuestro ordenamiento jurídico desde 2002.Si bien desde 1981 se aplica como directiva europea, con renovaciones cada cuatro años y, desde 1974, se trata de una norma instaurada como consecuencia de la crisis del petróleo.
En realidad los antecedentes del cambio horario hay que buscarlos en los primeros años del siglo XX.
En España, por ejemplo, ocurrió por primera vez en 1918, pero con el objetivo principal de ahorrar carbón.
Durante los siguientes años también hubo modificaciones horarias, pero no tenían continuidad anual sino que eran intermitentes. Y así, desde 1950 hasta 1973 se abandonó esta práctica.
Pero el germen de la idea se remonta a unos años antes. En concreto doscientos veinticinco (225). O sea 1784. Cuando el polifacético Benjamin Franklin, siendo embajador de EEUU en Francia, envió una carta al diario Le Journal de París en la que proponía algunas medidas para el ahorro energético. En concreto tres.
1) Crear unos impuestos a modo de gravamen, para aquellas personas cuyas contraventanas impidiesen la entrada de luz a sus habitaciones, mientras el Sol estuviese en el horizonte.
2) Regular mediante una ley el consumo de cera y velas.
3) Hacer repicar las campanas de la iglesia al amanecer para que todo el mundo se levantase a la misma hora.
Es sabido que: "Acostarse y levantarse temprano hacen al hombre saludable, rico y sabio".
Sin embargo, y a pesar de su sensatez, lo cierto es que las propuestas, en un principio, no se tomaron en serio. Pero he aquí que un nuevo avance tecnológico, hizo que se pensara en ellas.
Comenzaban los primeros intentos de iluminación con gas, y su alto coste y peligrosidad hizo plantearse estas medidas preventivas. Y hasta hoy.
El cambio de hora, ¿ahorra energía?
Ésa es una controvertida pregunta que lleva años en liza ¿Hasta qué punto se ahorra energía? De entrada hay que aclarar que la respuesta depende. Está en función de la situación geográfica de los países y del tiempo de luz solar diario que tengan.
Es decir, que no afecta de igual manera en el sur de España que en el norte de Suecia, por ponerles un ejemplo. Pero en general, y desde el punto de vista cualitativo, el cambio horario es positivo. Tiene argumentos a su favor. Les refiero algunos:
Uno. Las personas podrían estar más tiempo al sol y por lo tanto, aprovecharse de sus efectos beneficiosos, como la asimilación de vitamina D; realizar más actividades de ocio al aire libre o practicar deporte en la calle.
Dos. Sería una forma de reducir el estrés y de combatir la vida sedentaria y la obesidad.
Tres. Por estas mismas razones, el sector de ocio y turismo saldría ganando con la adopción del horario de verano.
Cuatro. Por otro lado también está el beneficio psicológico que, en términos de seguridad, supone volver a casa cuando todavía es de día, sobre todo en las personas mayores o en los niños.
Cinco. Incluso, el posible efecto perjudicial de formación de ozono, que podía aumentar al exponerse los contaminantes de los coches una hora más a la luz solar, se vio que era insignificante tanto para las personas como para la agricultura.
A resultas. Visto así, interesa cambiar de hora. (Continuará)
1 comentario :
Una entrada de lo más aclaratoria sobre el cambio de hora
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