A pesar del tiempo transcurrido, y va ya para veintiún siglos, aún sigue latente la polémica acerca de la fecha de la crucifixión de Jesucristo, y los extraordinarios fenómenos que en su entorno sucedieron.
En su estudio se han implicado todo tipo de conocimientos y se han manejado un sin fin de fuentes.
Incluso un eclipse que pudo haber sucedido durante la crucifixión. Un eclipse de Sol que justificaría la oscuridad que se hizo sobre la Tierra.
Un real eclipse natural que podría ser una prueba del supuesto sucedido sobrenatural.
Una vez más se trata de relacionar un fenómeno científico, en esta ocasión astronómico, con un hecho religioso. Pero, ¿existe dicha asociación? O por el contrario la creencia es, como otras veces, fruto de la tradición y el deseo?
Otra pretendida asociación entre creencia y ciencia. Una pareja oximorónica. Mas vayamos por parte. ¿Qué nos dicen las Sagradas Escrituras? ¿Qué testimonios sagrados tenemos? ¿Cuál es el informe de la Ciencia? ¿Qué tipo de pruebas aporta? Y por último ¿Qué tiene que ver aquí el cine?
Los Evangelios, por ejemplo, no se ponen de acuerdo y discrepan acerca de las anomalías y extraordinarios fenómenos geológicos, meteorológicos, astronómicos y de otra índole, que acompañaron a la muerte de Jesús. Hasta ocho distintos se recogen entre Mateo, Lucas y Marcos.
Si me lo permiten se los recuerdo: “Entonces la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo”; “La tierra tembló”; “Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron”; “Desde la hora sexta hasta la hora nona se hizo la oscuridad sobre la Tierra”; “Las tumbas se abrieron”; “Las rocas se rajaron”.
Para algunos creyentes, otros tantos argumentos de su naturaleza divina; distintas evidencias y pruebas que, supuestamente, nos hablan del carácter sobrenatural del Hijo de Dios.
Pero, ¿de qué son evidencias? ¿qué realidad prueban? Y en cualquiera de los casos, ¿qué tienen que ver unas y otras con la verdadera fe?
De entre ellos destacamos el que, desde el punto de vista científico, puede interesarnos para la entrada de hoy: “Desde la hora sexta hasta la hora nona se hizo la oscuridad sobre la Tierra”.
Tan sólo dice que Jesús, “... reclinando la cabeza, entregó el Espíritu”. Una diferencia reveladora.
Tampoco se mencionan en el resto del Nuevo Testamento o en las crónicas de la historia contemporánea. Ni siquiera Flavio Josefo, el historiador de la familia de Herodes, deja constancia de ellos en su obra. Lo que es significativo.
Sin embargo, y a pesar de esta falta de uniformidad en los testimonios de los libros sagrados, desde el punto de vista de la ciencia no todo está perdido.
Aún quedan evidencias que pueden ser investigadas. No por supuesto las espectaculares anomalías y efectos narrados en los Evangelios, de los que no ha quedado constancia física alguna.
Pero sí hay un testimonio, de naturaleza astronómica, que se podría constatar científicamente. Es el que se produce al considerar que las horas de tinieblas, fueron consecuencia de un eclipse de Sol.
Una interpretación que ya tuvo en cuenta el apóstol Lucas.
La ocultación, parcial o total, de los rayos procedentes del Sol por parte de nuestro satélite natural, la Luna. De cuando, en su eterno deambular por la Vía Láctea se alinea, cada cierto tiempo, entre nuestro astro rey y nuestro planeta.
¿Qué dice de este posible eclipse, la observadora ciencia llamada Astronomía?
En su estudio se han implicado todo tipo de conocimientos y se han manejado un sin fin de fuentes.
Incluso un eclipse que pudo haber sucedido durante la crucifixión. Un eclipse de Sol que justificaría la oscuridad que se hizo sobre la Tierra.
Un real eclipse natural que podría ser una prueba del supuesto sucedido sobrenatural.
Una vez más se trata de relacionar un fenómeno científico, en esta ocasión astronómico, con un hecho religioso. Pero, ¿existe dicha asociación? O por el contrario la creencia es, como otras veces, fruto de la tradición y el deseo?
Otra pretendida asociación entre creencia y ciencia. Una pareja oximorónica. Mas vayamos por parte. ¿Qué nos dicen las Sagradas Escrituras? ¿Qué testimonios sagrados tenemos? ¿Cuál es el informe de la Ciencia? ¿Qué tipo de pruebas aporta? Y por último ¿Qué tiene que ver aquí el cine?
¿Qué dicen las Sagradas Escrituras?
Sobre si existe dicha asociación, en realidad y por desgracia, los libros sagrados no ayudan mucho. Mas bien propician la confusión, diría yo.Los Evangelios, por ejemplo, no se ponen de acuerdo y discrepan acerca de las anomalías y extraordinarios fenómenos geológicos, meteorológicos, astronómicos y de otra índole, que acompañaron a la muerte de Jesús. Hasta ocho distintos se recogen entre Mateo, Lucas y Marcos.
Si me lo permiten se los recuerdo: “Entonces la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo”; “La tierra tembló”; “Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron”; “Desde la hora sexta hasta la hora nona se hizo la oscuridad sobre la Tierra”; “Las tumbas se abrieron”; “Las rocas se rajaron”.
Para algunos creyentes, otros tantos argumentos de su naturaleza divina; distintas evidencias y pruebas que, supuestamente, nos hablan del carácter sobrenatural del Hijo de Dios.
Pero, ¿de qué son evidencias? ¿qué realidad prueban? Y en cualquiera de los casos, ¿qué tienen que ver unas y otras con la verdadera fe?
De entre ellos destacamos el que, desde el punto de vista científico, puede interesarnos para la entrada de hoy: “Desde la hora sexta hasta la hora nona se hizo la oscuridad sobre la Tierra”.
La oscuridad sobrenatural
Llama la atención que Juan -el único apóstol que, al parecer, estuvo presente en la crucifixión-, no refiera en su Evangelio ninguno de estos fenómenos. Él no menciona en absoluto que “Desde la hora sexta hasta la hora nona se hizo la oscuridad sobre la Tierra”.Tan sólo dice que Jesús, “... reclinando la cabeza, entregó el Espíritu”. Una diferencia reveladora.
Tampoco se mencionan en el resto del Nuevo Testamento o en las crónicas de la historia contemporánea. Ni siquiera Flavio Josefo, el historiador de la familia de Herodes, deja constancia de ellos en su obra. Lo que es significativo.
Sin embargo, y a pesar de esta falta de uniformidad en los testimonios de los libros sagrados, desde el punto de vista de la ciencia no todo está perdido.
Aún quedan evidencias que pueden ser investigadas. No por supuesto las espectaculares anomalías y efectos narrados en los Evangelios, de los que no ha quedado constancia física alguna.
Pero sí hay un testimonio, de naturaleza astronómica, que se podría constatar científicamente. Es el que se produce al considerar que las horas de tinieblas, fueron consecuencia de un eclipse de Sol.
Una interpretación que ya tuvo en cuenta el apóstol Lucas.
La ocultación, parcial o total, de los rayos procedentes del Sol por parte de nuestro satélite natural, la Luna. De cuando, en su eterno deambular por la Vía Láctea se alinea, cada cierto tiempo, entre nuestro astro rey y nuestro planeta.
¿Qué dice de este posible eclipse, la observadora ciencia llamada Astronomía?
No hay comentarios :
Publicar un comentario