viernes, 11 de abril de 2008

Del asunto del fumaque

Más mata el tabaco que las guerras. Al menos los estudios así lo dicen.

Con diferencia el cigarrillo fue el mayor asesino del siglo XX.

Mucho más que el más criminoso de los criminales que en él vivieron, léase Hitler, Stalin, Mao Ze Dong, por no citar más.

Y la peor mortandad no la causaron las dos guerras mundiales o las epidemias masivas. No. La provocó el tabaquismo. Parece increíble, pero es cierto.

Y además lo hizo en lo que se ha dado en llamar un “siglo corto”. Ese periodo de tiempo que transcurre entre 1914 y 1989.

De la Primera Guerra Mundial a la caída del muro de Berlín.

Porque fue precisamente en la PGM, y entre los combatientes, cuando se generalizó el hábito de fumar cigarrillos ya manufacturados.

Antes lo habitual eran el tabaco de pipa, los puros o, incluso, el tabaco mascado.

Los nuevos tiempos traen nuevas costumbres. (La vida es un cigarrillo,/ hierro, ceniza y candela,/ unos la fuman de prisa/ y algunos la saborean. Manuel Machado)

El cigarrillo y Sevilla
Un invento éste, el del cigarrillo, en el que Sevilla tiene algo que ver.

Aunque no hay consenso, parece ser que su origen es sevillano.

Cuentan los cronistas que en el siglo XVI, los mendigos de la ciudad recogían las colillas de los puros elaborados con hojas de tabaco enrolladas.

Reunían varias y las picaban. Hacían un montoncito y lo liaban en un papelito. Así dicen que nació el cigarrillo o pitillo.

Reciclaje ecológico y lujo de nivel al alcance de los menos pudientes. Sabia Sevilla.

Aunque la dignificación pitillera tardó dos siglos en llegar.

Vino de la mano de un joven de Virginia (EEUU), que en 1880 patentó un artilugio para liar tabaco, la máquina de Bonsack. Desde entonces.

Ese oscuro objeto de deseo
Al volver de la contienda, los soldados trajeron consigo el nuevo hábito que no tardó en calar en la sociedad estadounidense, convirtiéndose en todo un símbolo. No fumar, para un hombre, era no ser un hombre del todo. Era así.

Y para una mujer, el hecho de fumar, era una prueba de emancipación femenina. Una más junto a las faldas cortas, los labios pintados de rojo o la melena cortada a lo “garcons”.

Para ambos sexos una ruptura con lo establecido, a cuya expansión contribuyó, y no poco, Hollywood. En las películas de su época dorada, las mujeres más hermosas sostenían cigarrillos y expulsaban despacio el humo.

Un gesto que las hacía más fatales y mucho más seductoras. Y entre los galanes, tres cuarto de lo mismo. Sostener un cigarrillo entre las manos o posar con ellos en los labios los hacía más viriles, ya fueran gangsters, escritores, policías o administrativos. (Me gustan los hombres que ni en las más adversas circunstancias dejan de fumar cigarrillos. Groucho Marx).

El tabaco en cifras
Por cierto que la PGM trajo también otra costumbre. La de llevar reloj de pulsera, bastante más práctica y de efectos mucho menos adictivos y mortales que los de fumar cigarrillos.

Si bien al principio, nadie vio ninguno de estos dos efectos dañinos. De hecho no fue hasta 1988, un año antes de la caída de muro, cuando se estableció de forma irrefutable que la nicotina es una sustancia altamente adictiva.

Antes las compañías tabaqueras lo habían negado, igual que han negado durante años que el tabaco mata. Ya. Se calcula que en el siglo XX mató a unos cien millones (100 000 000) de personas. Y sigue matando.

Cada año se calcula que en los EEUU mueren medio millón (500 000). Eso es más de lo que matan sida, drogas ilegales, alcohol, suicidio y homicidio ¡juntos!

En España, alrededor de 55 000 personas mueren al año por patologías relacionadas directamente con el tabaco, estimándose que el 30% de la población fuma y que un 49% no ha fumado nunca.

Entre los médicos no hay duda alguna acerca de su nocividad. El 91% consideran que fumar es la conducta más dañina para la salud a largo plazo. Muy por delante de la obesidad, el consumo de alcohol o el estrés.

En concreto, en Sevilla, de los 400 casos de cáncer de pulmón que se dan cada año, el tabaco es su responsable en el 90%. Un peligro cierto y un riesgo evidente, del que no parece ser muy consciente el propio fumador.

Un reciente estudio nos dice que el 24% de los fumadores, cree tener el mismo riesgo de padecer un cáncer que el resto de personas de su edad que no tienen esta adicción. Ver para creer.

Aunque cada vez son más los que deciden dejar de fumar y lo intentan. Aunque son bastantes los que lo consiguen, así lo muestra el descenso de su consumo entre adultos de Europa y EEUU. Lo cierto es que el número de fumadores se mantiene o aumenta.

La explicación está en su expansión en los países atrasados o emergentes. Y en su implantación entre la gente joven.

Ahí es donde hay que establecer un nuevo frente de batalla. (El tabaco es la planta que convierte los pensamientos en sueños. Victor Hugo)

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