sábado, 23 de julio de 2011

Vanitas vanitatis

(Continuación) La historia nos dice que son escasas las culturas que no han condenado la sodomía. Y que en no pocos casos, con auténtica saña.
Por ejemplo, en algunas tribus africanas, al homosexual masculino se le sodomizaba hasta morir.

Una injusta y horrible forma de matar. Pero no única en la humanidad.

En Holanda, a mediados del XVIII, la sodomía se castigaba con la hoguera. Ésa era la ley. A los sodomitas, por indecentes y pervertidos, se les quemaba vivos.

Cuentan los libros, que en cierta ocasión que llevaban a la pira a dos de estos desgraciados maricones, uno de ellos empezó a gritar. Afirmaba ser el macho en el ayuntamiento, pensando quizás, que esta circunstancia le podría exculpar de alguna forma.

Era un sodomita sí, pero el activo. El que machihembraba. A sus ojos, un eximente. Pero, por desgracia, no contaba que era también un error de juicio.

Lo digo porque no parece que este desesperado intento hiciera mella en la multitud. Al menos si nos atenemos al entusiasmo con el que, al decir de las crónicas, siguió pidiendo sus quemas.

No en el de la muchedumbre pero sí en el ánimo del religioso que les acompañaba en tan delicado trance. Mas, desgraciadamente, no como un atenuante, sino por el contrario, como un agravante.

Y es que, en su llana inteligencia, el buen religioso debió creer que, con dicha afirmación, el pecador lo que hacía era añadir a la sodomía un pecado más, el de la soberbia.

Algo intolerable que le haría más inaccesible aún el reino de los cielos. Toda una pecadora e inoportuna desgracia. Comprendan.

De ahí que le advirtiera: “Callad hermano, callad, no es ésta ocasión de vanidades”.

No sé cómo, pero siempre volvemos a los clásicos: Vanitas vanitatis et omnia vanitas (Vanidad de vanidades y siempre vanidad). (Continuará)


1 comentario :

Pía Baroja dijo...

No sé cómo pudieron creer que presumía de ello cuando precisamente estaba siendo condenado por eso.
Saludos!