Esta entrada apareció publicada el 07 de noviembre de 2025, en el semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
En la ficción cinematográfica de 1990 hay una escena que cuenta con una base real tanto por el personaje que se cita, ligado a la ciencia y la tecnología de la época, como por el invento electromagnético decimonónico con el que se le relacionas, pongamos que hablo del teléfono y de su auténtico inventor.
En ella, por si no cae ahora y espero a estas alturas
no destriparle la película, el mafioso Joey Saza entrega a Michael
Corleone un galardón denominado “El Teléfono de Oro”, como
“Italoamericano del año” y en nombre de la Fundación Antonio Meucci.
Estamos ante la mentira cinematográfica de la verdad histórica pues ni existen los personajes mafiosos ni el dorado galardón ni la supuesta fundación, es solo, cuando al preguntar el Don quién es ese Meucci y contestarle que un ítalo-estadounidense “inventor del teléfono un año antes que el escocés Graham Bell”, que aparece la verdad histórica de la mentira cinematográfica.
Antonio Meucci (1808-1889) fue un inventor e
ingeniero italiano que migró a los Estados Unidos donde, entre otras innovaciones técnicas, inventó el teletrófono
precursor del que posteriormente fue bautizado como teléfono. Un
dispositivo que fabricó hacia 1854 para poderse comunicar con su esposa que
guardaba cama debido a una enfermedad, y del que demostró y publicó su
funcionamiento años antes que el escocés, en concreto en 1860.
Con las mismas lo patentó si bien por diversas circunstancias -familiares, documentales y económicas- no logró renovar su patente, circunstancia que aprovechó en 1876 el británico A. Graham Bell (1847-1922) registrando el suyo. Estas cosas pasan o “Quien patenta primero ... inventa dos veces”, o algo así; desde entonces y durante casi siglo y medio la historia le tuvo adjudicada injustamente su autoría y existió la consiguiente rivalidad entre inventores.
Así que el cinematográfico y ficticio
reconocimiento de fin de siglo bien podemos tomarlo como un reflejo de las
reivindicaciones históricas y reales de su legado; una autoría que cambió de
destinatario cuando el 11 de junio de 2002, el Congreso de los Estados Unidos
publicaba formalmente, en la Resolución 269 del Boletín Oficial de la Cámara de
Representantes de los Estados Unidos, el reconocimiento a Antonio Meucci como
inventor legítimo del teléfono, en lugar de Graham Bell.
Algunos lo llamarían justicia poética y lo digo porque no me consta que el gobierno de Italia le concediera el título de “Inventore ufficiale del teléfono”, cosa que sí hizo el de los Estados Unidos. En otro orden de asuntos, pero siguiendo la línea de reconocimientos, el italiano desarrolló un sistema de electroshocks terapéuticos que se administraba en La Habana, creó un nuevo sistema de galvanizado, diseñó un sistema de filtros para la depuración del agua e introdujo el uso de la parafina en la fabricación de velas.
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