domingo, 30 de abril de 2017

Anuncio del descubrimiento del electrón

Tal día como hoy domingo, pero de hace ciento veinte (120) años, es decir el 30 de abril de 1897 que entonces cayó en viernes, el físico británico Joseph John Thomson (1856-1940) pronunciaba una conferencia en la Royal Institution de Londres, que causó un gran revuelo en el mundo científico.
Gran revuelo les digo porque, no en vano, en el transcurso de la misma anunció que los rayos catódicos -cuyas propiedades investigaba desde hacía tiempo, y de los que se desconocía su naturaleza (no se sabía si ésta era corpuscular u ondulatoria)- estaban constituidos en realidad por partículas.
Y no unas partículas cualesquiera, sino unas de lo más sorprendentes porque resultaban ser mil (1000) veces más ligeras que el menor de los átomos conocidos que existen, es decir el hidrógeno (H), y tenían además carga eléctrica negativa.
Lo que Thomson venía a decir es que había descubierto la primera partícula subatómica.
De aquí la sorpresa del descubrimiento de su existencia pues hasta ese momento, finales del siglo XIX, todo el mundo creía que los átomos eran indivisibles y que no existía nada material más pequeño en la naturaleza. Abro paréntesis filosófico.
La verdad en ciencias
Ya saben lo de la verdad del filósofo griego al respecto, toda una autoridad por aquellos entonces: ‘Las únicas verdades que existen son los átomos y el espacio vacío; lo demás es mera especulación’.
Y esa era la verdad científica aceptada hasta ese momento decimonónico al que me refiero, un craso error como pueden comprender, pero qué quieren, la experiencia nos ha demostrado que la verdad en ciencia, no es hija de la autoridad sino del tiempo.
Y que la ciencia, como cuerpo de conocimientos que es, se compone en realidad de errores que a su vez son solo pasos hacia la verdad. Vamos que la verdad en ciencia no pasa de ser la hipótesis funcional más apropiada, que nos abre el camino hacia la siguiente mejor.
Algo no muy diferente de muchas de las actividades humanas, consistentes más en destruir errores que en descubrir verdades. De estos mimbres estamos hechos. Humanos, demasiado humanos, que nos dejó dicho otro filósofo.
Pero el caso es que así es como avanza la ciencia, de error aceptado en error aceptado. De ahí su grandeza. Cierro paréntesis filosófico.
De vuelta con la conferencia
En un principio a dichas partículas Thomson las llamó, por su pequeño tamaño, corpúsculo, y los resultados de su investigación lo publicó ese mismo año en Philosophical Magazine, 44, 293 (1897), a la vez que la revista Electrician anunciaba el descubrimiento.
Con el tiempo a dicha partícula subatómica fundamental, pues es necesaria para explicar al átomo, y elemental, pues no se compone de otras, se le puso el nombre de electrón.
Exactamente el mismo término que hacia 1891, el físico angloirlandés George Johnstone Stoney (1826-1911) había propuesto para la “unidad fundamental de la cantidad de electricidad”, y de la que determinó su valor. El valor del ‘átomo de electricidad’, si me permiten la licencia literaria, y una de sus mayores contribuciones a la ciencia entre otras, sin duda.
Por decir de forma breve y resumida esta parte de la historia del electrón, el concepto científico ya existía antes de que se descubriera la partícula física. Puede sonar a galimatías dicho así, pero es cierto. En la vida estas cosas pasan.
Naturalmente, en la larga historia del electrón y como buena saga que se precie de serlo, existen precuelas y secuelas que le dan sentido pleno. Unos apartados históricos que iremos abordando, si me lo hacen saber.
Mientras pueden ver lo enrocado bajo el término de Thomson. Mas por ahora nos quedamos con este día, uno de los cuentan en la historia de la ciencia.
30 de abril de 1897, cuando se anunció el descubrimiento del electrón.



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