Sabedor de que estas cosas me gustan, me mandó hace poco unas líneas, sobre una obra de teatro que lleva ya unas semanas en cartelera.
Y me las mandó porque, al menos para mí, no es una obra más. No. Y él lo sabe.
Su título es Photography 51 y su argumento está basado en la vida y obra de la química y cristalógrafa inglesa Rosalind Franklin (1920-1958), una pionera en la identificación de la estructura del ADN.
Bueno en ella y en el papel que jugó en todo ese proceso, la susodicha fotografía 51.
Una historia con intrahistoria, no en vano la Franklin es una de esas científicas ignoradas por el Premio Nobel. Dicho esto, comprenden que me guste, ¿verdad?
Y que ni que decirles tenga, lo muy agradecido que le estoy a mi visitante londinense, pues es mucho lo que me gustan estos nexos entre ciencias y artes.
En este caso entre el teatro, una forma de expresión del arte escénico y, algunas ciencias experimentales, como la química y la cristalografía.
De la fotografía -no en particular de ésta biomolecula que nos trae, sino de la fotografía en general- les reconozco que sigo con la misma duda que les expresé hace ya casi cuatro años, en estos mismo predios.
No tengo ni idea si catalogarla como ciencia, como arte o como técnica. Pero esa es otra historia. En cualquier caso, si saben algo, ¡escríbanme!
‘Fotografía 51’. Representaciones
Y volviendo a la que intitula la entrada, les resumo algo de información. Está basada en una obra de teatro homónima de la dramaturga estadounidense Anna Ziegler, y ya fue estrenada en 2008 en los EE. UU. Desde entonces se ha representado en diversas versiones, por diferentes grupos teatrales y con suerte desigual.
La que les traigo hoy, dirigida por Michael Grandage, se representa en el teatro Noel Coward del West End, el distrito teatral londinense, y está protagonizada por la actriz australiana Nicole Kidman, que interpreta a nuestra científica.
La misma que en mayo de 1952, realizó la famosa fotografía de la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN), junto a su alumno Raymond Gosling. Descubrimiento que aparecería publicado en un artículo de la prestigiosa revista científica ‘Nature’, el 25 de abril de 1953.
Y en él la imagen de rayos X donde se puede apreciar la forma de doble hélice de la molécula que no nos equivoquemos, no es la de un compuesto químico cualquiera.
Es la que contiene nada menos que las instrucciones genéticas de la vida en nuestro planeta.
Un descubrimiento puntero, merecedor a todas luces y como el que más, del mayor de los premios. Les hablo del Premio Nobel que, mire usted por donde, sí llegó para sus compañeros en ese diciembre de 1962.
Compañeros varones todos ellos, faltaba más. Mas no a ella, a quien la sociedad ignoró por el mero hecho de ser mujer. (Continuará)
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