miércoles, 26 de junio de 2013

A. EINSTEIN: UNA BIOGRAFÍA. Madurez (y X)


La primera frase del libro de B. Russell es, hoy en día, tan cierta como cuando se escribió: “Todo el mundo sabe que Einstein hizo algo asombroso, pero poca gente sabe exactamente qué es realmente lo que hizo”.

Escribe al físico M. Born (1882-1970) manifestando su convencimiento de que “Dios no juega a los dados” (1926).

Una idea que expresó de diversas formas y en diferentes momentos. “Tú crees en el dios que juega a los dados, y yo en el reinado perfecto de la ley en un mundo...”, también a Born, en 1944.

Quinta Conferencia Solvay
En octubre de 1927 se celebró la Quinta Conferencia Solvay. La temática, obvia: mecánica cuántica, fotones y electrones. Los asistentes: todos los físicos que contribuyeron a ella y, natural, los alemanes. La ‘créme de la créme’ en física.

Curiosamente, Einstein no presentó ningún trabajo pero, a qué dudarlo, estaba al tanto del posicionamiento del físico danés N. Bohr (1885-1962), a favor de la incertidumbre.

Sabía que, en su conferencia, Bohr defendería con ahínco la “interpretación de Copenhague” de la física cuántica, e iba preparado para contrarrestarla y defender el determinismo.

Azar frente a causalidad. Einstein y Bohr en un combate dialéctico sobre física cuántica.

La conferencia prometía ser un debate interesante. Y lo fue.

Un estudio de contrastes
Pero la verdadera “esgrima cuántica”, los más sabrosos argumentos casuísticos tuvieron lugar fuera de las sesiones oficiales. En los desayunos, por los pasillos, durante las comidas, en los paseos y, claro, en las habitaciones del hotel.

En “extramuros” de la conferencia era donde, de verdad, se cortaba la tela del telón cuántico.

En uno de los momentos más álgidos, de una de las muchas discusiones, cuando todos hablaban a la vez, a pesar de que estaba el honorable Lorentz de moderador, el físico austríaco P. Ehrenfest (1880-1933) escribió en una pizarra, de la sala en la que se encontraban, la bíblica cita: “Y Dios confundió la lengua de todos los hombres en la Tierra”.

Una magnífica descripción de la ‘torre de babel’ que era la física en ese momento.

Einstein siempre pensó que la cuántica como teoría era incompleta. Funcionaba, sí. Pero no era la teoría final. Sólo formaba parte de una más completa. Una teoría que eliminaría el azar, la complementaridad y la indeterminación y restauraría el determinismo.

Las discusiones llegaron a ser muy apasionadas, si bien, siempre predominó el cariño entre ellos y el respeto por sus personalidades.

La fotografía del sofá de Bohr y Einstein es, a qué dudarlo, todo un estudio de contrastes. Junto a un Bohr con gesto concentrado y postura rígida, se nos muestra un Einstein de gesto divertido y con cierto relax.

No obstante, el combate quedó en tablas. Ninguna de las partes ganó ni perdió, y ninguna abandonó sus argumentos. La polémica continuaría en la siguiente Conferencia Solvay, que tendría lugar en 1930.

Vuelven los achaques
En 1928, en medio de una vorágine de nombramientos, homenajes, conferencias, y reconocimientos, Einstein debe acudir a Leipzig para una disputa sobre patentes entre las compañías Siemens y AEG.

Después de este viaje, y mientras estaba en Zuoz, en las montañas suizas, sufrió un colapso físico motivado por el esfuerzo que realizó al llevar una maleta demasiado pesada. Se le diagnosticó un corazón demasiado grande y delicado.

Una insuficiencia cardiaca que le obligaría a guardar reposo durante cuatro meses.

Para que le ayudara, su mujer contrató una ayudante, H. Dukas (1896-1982). Empezó siendo secretaria, con el tiempo se convirtió en “factotum” para todo lo académico y, a la muerte de Elsa, en eficiente ama de llaves y celoso perro guardián.

Adoraba al genio y controlaba todo lo que le rodeaba y fuera a molestarle. Su segundo “Cancerbero”. Ya saben.

Cuando los periodistas no podían acceder al genio y le pedían a ella unas palabras, gustaba decir lo que un día escuchó a Einstein: “Una hora sentado con una chica bonita pasa como si fuera un minuto, pero un minuto sentado en una estufa encendida parece que durara una hora”.

En este año, junto a Marie Curie, Einstein presentó al físico español Blas Cabrera como candidato a miembro de la Conferencia Solvay. Fue aceptado.

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