Forma parte de ese conjunto de construcciones humanas, realizadas a lo largo de los siglos XIX y XX, que contienen peculiaridades científicas no siempre conocidas por el gran público.
De ahí que aparezca en esta palestra cuasi-científica bloguera. En esta ocasión se trata de la espectacular construcción conocida como el Atomium de Bruselas, capital de Bélgica y principal sede administrativa de la Unión Europea (UE).
Diseñado por el arquitecto André Waterkeyn, fue construido para la Exposición Universal de Bruselas de 1958, con una única finalidad. La de servir de pabellón belga durante los seis meses de duración la muestra. Tras su finalización sería desmontada.
Es decir que nació con un carácter provisional. Una característica harto frecuente en este tipo de construcciones que, en este caso, pronto hubo que modificar.
La razón: el extraordinario éxito de visitas que tuvo durante toda la exposición, y que lo transformaron en una atracción turística a nivel mundial.
Tanto, tanto, que el Atomium ha terminado por convertirse en el primer símbolo de la ciudad de Bruselas, desplazando de los carteles turísticos belgas al famoso Manneken Pis.
Sí ‘el niño que orina’. Seguro que lo han visto.
Sí ‘el niño que orina’. Seguro que lo han visto.
Es esa estatua de bronce de unos cincuenta centímetros, situada en el centro histórico de la ciudad y que representa a un niño pequeño desnudo, orinando dentro del cuenco de la fuente.
Ése que, según dice la tradición, simboliza de alguna manera el espíritu independiente de sus habitantes. Pues nada. El niño meón ha pasado a la historia.
Desde mediados del siglo XX, hablar de Bruselas es hablar del Atomium. Es uno de esos cambios que trae la modernidad.
Un signo de los nuevos tiempos. Ciencia por Arte.
Un signo de los nuevos tiempos. Ciencia por Arte.
Algunas características técnicas
Realizado en acero y aluminio, el Atomium representa la red cristalina metálica del hierro. Pero, claro, una representación a escala, nada menos que 1 : 150 000 000 000.
Es decir que el Atomium es una estructura de ciento tres metros (103 m) de altura, constituida por nueve (9) esferas de acero de dieciocho metros (18 m) de diámetro y una masa de alrededor de doscientas cincuenta toneladas (250 t), conectadas entre sí por veinte (20) tubos de unos veintitrés metros (23 m) de largo y tres (3 m) de diámetro.
A través de un sinfín de escaleras (cinco de ellas mecánicas) podemos visitar seis de las nueve esferas que lo componen. Aunque en un principio se pensó en utilizar las nueve esferas, por medidas de seguridad se decidió reducir su número. En concreto las cuatro esferas llamadas inferiores, la central y la de la cima.
Mediante un rápido ascensor, creo que el más rápido de toda Europa, y a una velocidad de 5 m/s podemos llegar, en tan sólo veinte y tres segundos (23 s), a la atracción principal del Atomium.
El cómodo restaurante de sección circular que está en la esfera superior, con capacidad para 140 comensales y desde el que, mientras comemos, podemos disfrutar de una espectacular panorámica de la ciudad.
Algunas características físico-químicas
Ya hemos adelantado que el Atomium representa la red cristalina metálica de la sustancia química simple conocida como hierro, de símbolo Fe (s).
Como sabemos, su estructura la compone el elemento químico homónimo hierro, de número atómico 26, situado en el grupo 18, periodo 4 de la tabla periódica de elementos químicos. (Continuará)
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