miércoles, 1 de junio de 2016

¿Por qué digo escuchantes y no oyentes? (1)

En el programa de radio del pasado martes 17, y más o menos en el ecuador del mismo, un escuchante llamó a la emisora.

No quiso entrar en directo y tampoco se identificó, pero sí trasladó al compañero responsable de los mandos técnicos en ese momento, Jesús Álvarez, su inquietud respecto al término escuchante.

Una palabra que ya sabe, suelo utilizar con cierta frecuencia y total preferencia sobre la de oyente.

Le dijo que el mismo no aparecía en el diccionario y que, por tanto, no era correcto su uso. Bien hasta aquí.

Aunque de forma parcial el tema ya ha sido tratado tanto en antena como en el blog, dado que no es un asunto menor lo retomé en el programa del pasado 24 de mayo y ahora en este negro sobre blanco.

¿Cómo se debe decir, oyente o escuchante? O yendo a lo mollar, ¿es lo mismo oír que escuchar?

Como suelo hacer en estos casos lingüísticos en los que no ando muy versados, para dar una respuesta lo más correcta posible he recurrido a fuentes autorizadas y he tirado de diccionarios.

En concreto al de la RAE, al Corominas y al María Moliner que, en general, marcan diferencias entre ambos términos, si bien en algunos casos, alguno, considera a ambos vocablos como sinónimos.

Pero es la excepción.

Existe general consenso en admitir que una cosa es oír y otra escuchar.

Porque no es lo mismo oír que escuchar
Que escrito así, y a pesar de que nos lo pueda parecer, no estamos ante una paradoja. No porque ambos términos no son sinónimos.

Oír hace referencia, sólo, a la acción de percibir los sonidos con el oído. Mientras que escuchar es algo más, es nada menos que la disposición a prestar atención.

Es decir, que mientras que uno atiende a la faceta física del fenómeno, la más objetiva y externa a nosotros. El otro lo hace a su faceta psicológica, la más subjetiva e interna. A la que es más propia de nuestra mismidad.

Luego para los diccionarios no son términos sinónimos. Se parecen, pero no son lo mismo. Y es que si lo pensamos, se puede estar oyendo sin escuchar. Vamos como el que oye llover.

Aunque claro, lo que les acabo de decir es un viaje para el que no se necesitan las alforjas del diccionario. Pues es un juicio éste, en el que coinciden el lenguaje común y el académico.

O lo que es lo mismo, la sabiduría popular y el conocimiento científico.

- ¿Te estás enterando de lo que te digo?
- No hija, perdona. Te estoy oyendo pero la verdad es que no te estoy escuchando.

Estarán conmigo que se podrá decir de forma más precisa, pero no más clara. Parecen iguales, mas no lo son.

Oír se realiza, ¿con el oído o con la oreja?
Una palabra, la de oído, que ahora utilizo no como participio pasivo del verbo oír, sino como sustantivo masculino en la acepción de aparato auditivo.

Es decir, el conjunto de órganos cuyas funciones principales son dotar de equilibrio y audición al cuerpo de los animales vivos.

Y entre ellos, nosotros los humanos.

Un sistema que en los animales vertebrados superiores es par, se halla situado a ambos lados de la cabeza y consta de tres partes: oído externo, oído medio y oído interno.

Pues bien la primera de ellas, el oído externo se compone a su vez del pabellón auricular u oreja, la única parte visible del oído, y del conducto auditivo externo.

Mientras la oreja está encargada de captar las vibraciones sonoras, el conducto las canaliza y dirige hacia el oído medio.

Luego lo que se dice oír, proceso fisiológico, lo cierto es que oímos con todo el oído, aunque no es menos cierto que el asunto empieza en la oreja. (Continuará)



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